Quintana Roo: hora negra
La violencia de Estado: el monopolio que ya no tiene. Se lo ha cedido a las gavillas armadas que pululan por los rincones y las plazas públicas del país imponiendo su propia ley como les viene en gana. Viva la vida hasta donde dure: la democracia de las balas. Caen ciegas como la justicia... la que los libros nos platican. Una lindura para la posteridad secuestrada: aquí nadie pretende presumir para que la historia lo absuelva. Se presumen con brillante orgullo las joyas, las trocas, las viejas y, desde luego, las armas, que la vida vale mierda... la de los demás, de preferencia.
Pero que tal el Estado usando la violencia con singular alegría contra los desarmados, cuando de ajustar cuantas se trata con las protestas sociales que no le gustan. En contra de su propia gente, valga la redundancia. Quintana Roo en su hora negra. Primero Cancun y ahora Nicolás Bravo en el sur del estado. Enemigo el que se mueva.
Me llega en ráfaga a
la memoria aquel lejano 1975 cuando en Sonora gobernaba Carlos Armando Biebrich
Torres, un joven prometedor para las grandes ligas nacionales, quien dos años
antes se vio favorecido con un cambio
constitucional presidencialista que
le permitió ser el gobernador más joven hasta entonces: 34 años tenía. Desde la
silla presidencial era promovido como el ejemplo a seguir por los jóvenes de la
época, hasta que se le atravesó la movilización social: una toma campesina de
tierras en el Valle del Yaqui. El método para enfrentarlo: la represión y la
violencia. El resultado: varios trabajadores agrícolas muertos en los predios
de San Ignacio Río Muerto y el fin del mandato de Biebrich. Renuncia hubo de
inmediato del primer priísta
del estado (como se decía). En términos políticos concretos y reales:
el que lo pone lo quita… pero la gente lo empuja. Ahí se truncó por décadas la
carrera meteórica de aquel joven maravilla.
Es solo una remembranza
sin querer ver similitudes directas, pero no dejo de preguntarme. ¿Qué les
pasa? ¿A quién se le alteraron los nervios? ¿Por qué resbalarse hacia el riesgo
de repetir la historia?
Aquí
y ahora se trata de los maestros, de los padres de los alumnos y de sus
familias. La educación: el tema más crítico de la época; la savia más sensible
de nuestras venas. La autoridad está poniendo macanas y pistolas en dónde solo
debe haber lápices, libros y cuadernos; sangre dónde las únicas manchas deben
ser de gis y de tinta. Aunque de bloqueos de carreteras se trate. Sin
justificar: ni que fueran los primeros. Ni que
faltaran otras maneras de arreglarlo sin violencia. Ni que no hubiera
experiencia de cómo hacerlo. Ni que no supieran identificar de dónde vienen
realmente las provocaciones.
Para mí que están leyendo mal las señales del centro hegemónico. Si se piensa que la receta general es violentar y criminalizar la protesta pública y la movilización social, ahora que empieza el sexenio federal, para limpiar el camino y trabajar francos en la siguiente fase, la pifian. Me parece que es a la inversa. Vivimos el regreso del presidencialismo centralista que se equivoca pero no perdona. Estarían, entonces, cometiéndose en Quintana Roo los errores. Y esos se pagan. Aunque el pleito sea casero. Aunque el indisciplinado sea del mismo partido. O tal vez por eso. De no entenderse rodarán cabezas y no serán sólo las de los descalabrados.
¿Todavía
estarán a tiempo? No lo sé. Pero esperemos, por lo que en futuro implica, que
la cordura, la negociación y el arreglo (por malo que sea), le pongan un alto a
la mano dura… mala consejera.
Comentarios