La hora es

No me extraña la inmediatez de la crítica tardía, la de los oportunistas que "profetizan" sobre el pasado: la de los que hasta ayer alababan (y cobraban) a quienes hoy critican: esos especialistas en la maroma arribista. Los de la conveniente cercanía cuando les da para llenarse las alforjas, que son los mismos de la "sana distancia" cuando hay que vender la cartelera al nuevo amo.
Como tampoco sorprenden los que se inauguran como críticos "desde la izquierda", mientras que al momento de las definiciones que orillaron al fracaso cerraron los ojos, consintieron, toleraron en silencio, festinaron, tiraron públicas sus alabanzas o hasta (también) cobraron.

Se veía venir, se veía venir....  Es la lógica implacable de las derrotas. El simbolismo de las ratas que primero saltan del barco no es mera ocurrencia.
Prestos, los oráculos de la verdad suprema patalean con grititos de guerra simulada, puros y castos, diciendo que van "al rescate": ¿de los despojos de quién? ¿del presupuesto cuál? ¿del nombramiento formal para ver pasar en primera fila el cortejo fúnebre de los caídos en desgracia?
Mientras, los "grandes ejércitos de militantes conscientes" se están yendo a la calle: los "compañeros convencidos del proyecto" (que nunca conocieron). Se acabó la nómina.
Mientras, los responsables del desplumadero, como está visto, no se atreven a dar la cara.
Mientras, los empleados "operadores" de los responsables buscan a quien echarle la culpa.
Mientras, la desvergüenza.
Hora es de dejar de lado los espasmos mentales que provocan los enterradores.
Habiendo hecho los señalamientos en el momento en que se ocupaban, sin respuesta ni remedio, es hora, entonces, de dar vuelta a la página.

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