Coplas del Papalote 15

Una divisa marginal puede arrancar la risa de la audiencia completa: el que primero llega no sube a la camioneta; se queda silbando y tocando la pandereta. Un estado de virtud virginal sin que llegue la primavera. Todos corrieran despavoridos si no se rieran.
Haremos entonces la primera y única apuesta: el último en llegar chillando se acuesta. Y si no llega, cantará tres coplas submarinas en el trigal del vecino que dispara a los intrusos con escopetas. 
No debe tener final feliz lo que mal empieza. No merece la melodía de Los Planetas. Surcará con pintura de agua las paredes de los cementerios empinados: esos donde los muertos se resbalan por la pendiente hasta llegar a la fiesta. 
Tocarán con sus nudillos heridos tres veces a la puerta. Nadie contestará por vergüenza: se desploman los pájaros de los alambres a la primera. Bailar con los muertos podrá ser razón de bajeza. Subir con ellos a la cama, algo parecido a la necrofilia más particular de las impurezas. Pura belleza. Sólo aquel que se ha aventurado por los linderos de la vida sabe lo parroquial que es vivir muriendo a tientas y, desde luego, morir a toda velocidad sin la calavera a cuestas.
Tocan las fanfarrias de la vecindad en tonos insoportables. Se atragantan de birria los mariachis insuflando las panzas carboneras. La divisa marginal hablará para provocar muchas condenas. El que se calienta pierde y el que no se calienta da pena ajena. 
Entonces tiene valor universal, incuestionable y rayando en la categoría de axioma la premisa fundamental: chiflar y tragar pinole son exactamente lo mismo: una promesa que nadie cumple.

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