La paloma de la cena

En el Templo de los Olotes no solamente todos los gatos son pardos sino que las aves de rapiña se surten con las mayores raciones. Sean los mejores honores. Al caer la noche...
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Frente a un tumulto de espantapájaros que los ovacionaban a rabiar, la corte de codornices, guacamayas y demás aves exóticas atestiguaban el suntuoso enlace eterno de los cuervos opacos, quienes llegaron al jolgorio vestidos con sus mejores galas.
El aquelarre fue oficiado por el dueño de la granja, en su calidad de autoridad regional máxima (sin valides oficial), en el pequeño recinto que hacía las veces de adoratorio al Señor que todo lo Abandona: o sea, él mismo. Lugar mejor conocido por la silenciosa comunidad de espantapájaros como el Templo de los Olotes.
Los coros estuvieron a cargo de la servidumbre real y de sus ayudantes terceros.
Posteriormente pasaron todos a comer su propia palomita. Las festividades continúan con los asistentes iniciales y quienes se les arriman...



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