La repisa


La repisa se fue sin irse. Es decir, solo de mí. Fue de lo poco que habría de quedarse y, con ella, unos gajos de remembranzas que llaman misera a la fatalidad del viaje: ¿siempre el viaje?
El viaje hasta que cansa. El torbellino es el que descansa. Siempre el viaje...
En el final, se fue la repisa en regocijo con su homenaje:

Cayeron las noches repletas de batallas
Vaciaron con sus ansias todo el repertorio
Las nostalgias

Calló la luna maldiciendo sus canciones

Cayeron los meteoros sin los goces de las charlas
Bebieron de las charcas sin sabor y sin olores
La malaria

Calló el refrán las frases que lo engañan

Cayeron las madrinas canjeando sus entradas
Cubrieron con su encanto las liras de las aguas
Las buscaban

Calló la voz de la mañana más deseada


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