Tiempo vacío

No había tenido tiempo de mirar atrás ni en los goznes de las cerraduras. Los vértigos me marean y las curas de alcohol me sacan hernias aunque parezcan tumores de felicidad. Solo uso el visor para los elevadores, las aletas para correr a la farmacia y el tubo respirador frente a las estufas. Las chimeneas provocan lo contrario: me alivian gracias a las maderas finas que destruyen. Lástima que por el calor incrementado ya nunca las enciendan.

Comprenderás mi parsimonia para festejar tus ocurrencias. Las horas más tristes de mi amor fueron contigo... para que la canción mienta. Le he dado cabida a los oídos marginales y las supuraciones de dolor carecen de propuesta: ¡Me uno a la protesta!. Exijo que cambien a todos los animales de color y que en la Torre de Babel se levanten encuestas. Brilla el cobalto radiactivo por su horror a plena luz del día y en el charco de petróleo se celebra, con fuegos que no son artificiales, una batalla de auto elogios manifiesta. ¡La vida como una fiesta en carnicería!

Por eso digo que quien ha vivido en este hastío gozará con creces su delirio. La mejor razón para encumbrar a una montaña es no tener que subir y escalarla: como quiera que sea la razón primaria viene de allá mismo. De las alturas. Aunque de allá mismo nadie voltea para abajo a la hora de entregar la mercancía importante. Como camiseta barata de campaña electoral, condenada a utilizarse cuando sea, menos el día de su  propio juicio. 

Dijera la consonancia de las cinco palabras verdaderas: ME DESVÍO PERO LE SIGO. No había tenido tiempo de mirar atrás... porque el tiempo es vacío.


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