Estorbo sediento

Quítame tu amistad que no la merezco. Notoria es la singular huida. Encuentra entre los almanaques, debajo de las hormigas, la sombra tozuda de la salida.
Perece la música del televisor sólo para arrancarle al cielo un par de costras ennegrecidas. Palabras sobrantes. Las uñas vacías.
Toca rauda y sigilosa la tecla del viento. No te equivoques para que evoques el filo de la taza con las manchas labiales de las memorias increíbles.
Quítame de la lista a la vista. Distrae desatento al cursor que el pensamiento traiciona y la tentación es infierno. 
Acuéstate con la palma al reverso, converso, sobre la espuma pachona de un ratón implacable que no encuentra felino al acecho. Borda en los bordes de la flotación con hilo silente que ello hace impensable evadir los mejores aposentos.
Quítame el ciberencuentro. De cualquier parte, de cualquier forma, del otro lado, a contraluz te veo.
Quítame de enmedio mientras me arrastro imperceptible, imprudente, inocultable, desde la barda baja hasta la falda alta para provocar ineficaz el torbellino del mareo.
Quítame tu amistad sombría. La que siempre será pero no es. Sin regateos. Para intensificar el día.

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