Copa del Mundo

Es copa y no tiene vertedero. 

Es mundial para la cobertura de las televisoras, las telecomunicaciones y el imperio de la vendedera de ropa deportiva, cerveza, gaseosas, comida, viajes al extranjero, televisores y todo lo que se les ocurra. Es ocasión para que los oídos se inunden con los chorros de saliva de los sabios analistas y comentadores de la especialidad deportiva que no alcanzan a explicar el porque de tantas contradicciones.

Para ser prácticos habría que decir que es un juego que se practica con las patas y a las patadas: quiebra las espinillas de los gladiadores. Rodillazos adicionales para triturar costillas. Codazos en los mentones. Sirve, por eso mismo, para tasar producto en el mercado de las piernas utilizables: las que no revientan.

Meterla es sacarla: anotar un tanto es poner la pelota fuera de la cancha. Rectángulo entre rectángulos condicionados por una esfera. 

El mundial de los que administran, llamados FIFA, no acepta sorpresas en los resultados para forzar el alineamiento de los astros de acuerdo con el orden requerido por las firmas que pesan: ¡ah! las marcas patrocinadoras. Ni los calzones de los jugadores pueden ser distintos a los que ellas ordenan. 

Ya entrados en la competencia, los creyentes de los pobres eliminados tienen que pasar a portar la segunda camiseta. La que demuestra la apuesta de que eso ya lo sabían desde el principio.

Pero no importa... ¡Que siga la fiesta!

Mientras menos equipos participantes quedan en la eliminatoria peor es la calidad del espectáculo por el que cobran: la magia del juego aceptable bajo las reglas no escritas de la calidad escasea hasta que desaparece... pero el libreto se cumple. Se impone la trastienda.

Y los sabios analistas y comentadores se tropiezan y resbalan entre increíbles explicaciones. ¿Cómo justificar lo que a simple vista es injustificable?

Millones de interesados por múltiples razones insospechadas, que van más allá del sentimiento nacionalista y patriotero, son engañados y tratados como idiotas con su complacencia.

Desinteresa.