Perdí un compadre

¡Tan bueno que era!
Porque era un carta cabal mi compadre. Un mártir de la idiosincrasia más injustamente repudiada y mal entendida. 
Lástima que sólo fue mi compadre por un día. Que digo por un día. Lo fue únicamente por una noche y sus horas extras. Nos conocimos en Aquel Bar (así se llama) compartiendo la mesa. El lugar se llena hasta los topes todos los fines de semana y, cuando me lo piden, no tengo inconveniente en ceder parte del tablado para compartir, porque sentados y a la misma altura nadie tiene supremacía: las mesas son circulares. Eso si, no acepto más de una persona porque de lo contrario es entregar la plaza. La conversación se me da, por eso prefiero estar incluido. Aún así, dejo en claro que no a todos los que dejo sentar en mi mesa los hago mis compadres: sólo cuando la circunstancia lo amerita.
¡Pero aquel mi compadre si se pasó de la raya! Digno de contar su historia. Vea:
"Amable señor, disculpe. Es la primer vez que vengo a este lugar que me han recomendado mucho y no encuentro en donde sentarme... ¿podría...?".
Una vez instalado el que sería mi compadre, y sin volver a pedir permiso, empezó a disparar la verborrea que traía atravesada: las mismas complicaciones de todo aquel que llega al final de la quincena sin las condiciones adecuadas para presumir una vida holgada. 
Ya entrados en confianza, después de hablar del fútbol, de la importancia de la familia -aceptando que un rato de sano esparcimiento solo con los amigos la equilibra-, de echarle mierda al gobierno porque se mama el presupuesto (sin decir que yo soy burócrata) y de contemplar los suculentos senos impostados de las muchachas del servicio, se llego la hora de pasar al uso de las tarjetas de crédito porque de efectivo... ¡cero!.  O de tocar retirada y nos vimos. Pero mi compadre nuevo empezó a sacar a relucir sus miedos, las verdaderas causas de su visita a nuestro templo. Y sus atrevimientos.
Amanecía.

- Para salir de esta circunstancia tan aterradora sólo me queda como opción de vida jalarle los bigotes a la fortuna. Todo lo demás es tortura preventiva: voltear permanentemente hacia los lados a sabiendas de que el golpe me va a llegar por la espalda. 
- Esa es una frase malhumorada. Traicionera.
- Es de creyentes creer que puede cambiar hasta la mala suerte.
- Filósofo de caguama y tequila. ¡Ya vámonos a la chingada porque sí ya no traes dinero aquí espantan! Este es el bar con sabiduría, mi carnalito: tomas hasta lo que no debes... porque lo pagas. Cuando no pagas no bebes. 
Pidió dos veces más, o sea un par de tragos, pero como los quería fiados se los negaron. Debía hasta la camisa que ya no tenía.
- ¿Y mi camisa? ¿Qué se hizo mi preferida? ¡No traigo nada! 
- Se la diste al machin que lava los baños por unas monedas.
- ¿Y las monedas? 
- Se las diste al travesti que te enseño las nalgas cuando salías. 
- ¿Siquiera me chupo la risa? 
- Te chupo la bruja, wey. Le quisiste pellizcar las chichis infladas y te mordió una oreja. ¡Mira como te sangra! Te quedaste sin camisa, sin lana y sin conquista.
- No recuerdo nada: la gloria del Señor es infinita.

Señor, usted..., si, señor..., este es un lugar decente y no puede permanecer sin ropa. Tiene que retirarse.
Tronaron las carcajadas de la concurrencia que abundante permanecía.
Menos ropa traes tu mamacita. ¡Yo cuando menos tengo puestos los pantalones y los calzones! En cambio tu, ¡mírate!: con esas piernas flacas y media nalga al aire pareces suplicadora de milagritos afuera de la iglesia. La verdadera causa de que me corran es que no tengo con que pagarles. ¡Son unos viciosos sinvergüenzas!
Esta usted lleno de babas, de mocos y de sangre su señoría. Lo que nos avergüenza es su presencia. La puerta lo espera.
La risa hilarante tronaba y tronaba.
Sonó seco: un ruido hueco y ahogado fue el puñetazo que se estrelló en el rostro de la camarera.
¡Cae suripanta a la lona! 
La diversión general torno en sorpresa fugaz que rápidamente aleteó en campante locura, una sola algarabia que inundaba las grietas de las paredes y los rincones de las telarañas. ¡Pinche gane allá de mierda, con las mujeres eres un campeón estrella!. La risa colectiva a la hora de las tragedias, los dramas y los pleitos ajenos esta hecha para mantenerte alerta... y lo más lejos posible aunque no te muevas: ni quien se acercara.

- Vámonos de aquí, wey, antes de que nos maten. ¡Mira como dejaste a la pobre muchacha, compadre! Esta patas pa'rriba con la trompa reventada. 
- Me vale madres la vieja guanga, su trompa floreada y los que la mandaron. ¡Me la pelan! 
- No le acaricies los huevos a la fiera, pendejo. Yo tengo familia y por lo que me contaste se me hace que por ahí hay como tres tuyas ¡Hullele!
- Polígama sacatona tu abuela rockera. No me importa nada.

Sonaron dos disparos a nuestras espaldas. Ya estábamos parados frente al arco de la salida. Mi compadre con su brazo en mi hombro y las patas arrastradas. Un frío irreconocible me recorrió por la columna, pero creo, más bien, que era como que me orinaba. Ya nos partieron la madre, alcance a pensar... y sin despedida. O por lo menos ya se la partieron al necio pendejo de mi compadre. No siento más nada...
El cuerpo que cayó al suelo lo hizo sin lamentaciones. Sólo emitió un mudo suspiro de encabronamiento por la sorpresa. Suficiente razón para que volteara a verlo sin sutileza. De no haber sucedido los disparos, aquel carnicero hubiera clavado un cuchillo filoso por la espalda de mi rijoso acompañante. O a cualquiera de los dos. O a ambos. El difunto se quedo con las ganas: no alcanzo a reprocharnos lo que yo ya sabía: que en ese honrado lugar no se permite faltarle el respeto a las damas. 
Nos fuimos sin las prisas que la ocasión exigía, sin voltear pero procurando ser fantasmas. Antes de desaparecer alcance a ver de reojo a una guapa mujer, que en realidad era aquel hombre vestido de ella, con una pistola en la mano. Te buscare, llegue a suponer. Volveré por ti princesa... Se la debía.
 
Ante la contundencia de los hechos consumados y una vez puestos a salvo de las miradas, de la policía y de las herramientas de carnicería, llego la hora de los reclamos: te portaste como el vil pendejo que eres, compadre. Jodida mi mala suerte de haberte conocido. Casi nos cortan la cabeza. Fue entonces que soltó la sopa: me lo dijo sin cortapisas ni falsas vergüenzas:

Mi hermano era un intelectual muy connotado. El exitoso casado con la más bonita de la fiesta: ya para entonces le había dado dos hijas. Perdió a la familia en una tragedia. No me preguntes cual. No quiero acordarme. Tragedia, tragedia. Quiso suicidarse dos veces pero la vida se negó a aceptarle el abandono. Su manera de alejarse de este mundo, su manera de desaparecer, la encontró al transformarse en una vestida. Nunca más quiso volver a saber de nosotros, ni amigos ni familiares. Jamás me imagine que me lo encontraría esta noche.
- Mucho trote para llegar al mismo sitio, ¿no?
Era el bien portado. El aplicado en la escuela: puros dieces. No le fallaba al catecismo los sábados, todas las semanas, mientras los demás nos escapábamos a trepar el cerro, a jugar fútbol o a fastidiar a las chavas: cayo víctima de un sacerdote pederasta.
- Tons le ha llovido en su milpita al muchacho. ¡Pobre!
¿Pobre? El cabron estudió algo de eso de las finanzas o no se bien que. Se hizo millonario, de un sólo golpe, en una transacción fraudulenta sin que nadie se diera cuenta. Metódico, estudiado, culto, viajado. ¿De dónde crees que ha sacado para verse tan buena? Dinero, glamour y los mejores cirujanos. Del sacerdote aquel sólo se supo que murió envenenado, echando espuma por la boca y todo desfigurado.
- Ahora ha cambiado su vida por la tuya.
¡Su vida no! Su libertad, tal vez, pero esa creo que ya no le importaba. Desde hace mucho tiempo perdió la apuesta maldita en un canje que lo tenía prisionero en otra existencia. 
- Pero estaba en la calle. Ahora es cadena perpetua. El cambio pesa. ¿Y entonces, por que la mordida en la oreja?
Para corresponderme el insulto. Siempre me lo pregunte sin respuesta y sólo ahora supe lo que haría sí acaso me lo encontraba: insultarlo, burlarme, maltratarlo. Ahora me apena sin remedio. La vi desde que llegamos sin saber quien era. La seguí insistente con la mirada porque me gustaron sus formas. Tarde un largo rato en reconocerlo: la mirada termina por moldear el objetivo con su constancia. Ella no se dio cuenta. El no me hacía en la vida y menos en aquella taberna. Lo que el descubrimiento me provoco en el cerebro es indescriptible. Me sentí descontrolado y ofendido conmigo mismo. No se bien como decirlo.
- Por eso la borrachera. 
Por eso y por no saber que hacer ¿Qué hacia? 
- Provocarlo para que te mordiera...
Desate mi furia con golpes en la pared del baño con el llanto ahogado. Jale mi camisa con fuerza y cuando faltaban la mitad de los botones por salir volando el chico de la limpieza me pidió que no la rompiera... que le gustaba la prenda. Me dio unos pesos por ella y no se ni por que acepte semejante tontería. No se me escapo que el cabron dijo a mis espaldas algo así como: "estos pinches ricos, loquitos y desperdiciados..." 
- Bien ganado...
Calla remedo inútil de conciencia, porque tenía que ser... al salir del baño tope de frente con la presencia que menos hubiera deseado: el ser ese, el el/ella que siempre me ha perturbado. Tome todo el dinero que traía en los bolsillos y se lo puse en el pecho para meterlo al final del escote: "ten, puto, para que te dignes llamar a tu madre que esta moribunda". No le estaba apretando las tetas, pendejo... Se me abalanzo como fiera y alcanzo a morderme la oreja. Sólo entonces supo quien era. Por los ademanes que hizo creo que estuvo a punto de sacar la pistola. Pero eso lo pienso ahora. Ni me imaginaba que la traía. Maldita la hora... me amenazo con encargarse personalmente de mi deceso y de mi entierro sin ceremonia si me volvía a atravesar en su vida. Lo demás ya lo sabes. No quiere que lo visite; no quiere ver a nadie. Declaro que no tiene familia. Le van a dar encierro para toda la vida, y esa quien sabe cuánto le dure ahí adentro.
-Te salvó la vida sin ceremonias, jalándole los bigotes a tu fortuna. Un romántico final para una familia tan desunida.

El silencio suele ser indescifrable pero a veces es un excelente comunicador. "Para estar a mano" parecía decirme con la mirada fija. "Para estar a mano con mi conciencia puedo soportar la honra". Mi compadre tenía razón: es de creyentes creer que puede cambiar hasta la mala suerte: se puede incrementar. Una vez identificada la intención, la confirme a la altura de los pliegues de su cintura. Me puse de pie sin despedirme y me retire lo más rápido que pude, antes de que sucediera. Que me lo cuenten los diarios a su manera. Me fastidian las detonaciones a la hora de la primer comida.



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