¿Menos pluris? ¡Claro! Hagamos del voto una obligación

Recién escuche decir a Dieter Nohlen -experimentado y prolífico politólogo alemán, muy influyente en los pasillos del poder y en los círculos académicos de nuestro país- que debemos defender nuestro sistema de representación parlamentaria ya que es uno de los más equilibrados, comparado, por ejemplo, con el español y el alemán. Lo decía al tiempo que el PRI lanzaba su propuesta de llevar a consulta pública la disminución del número de diputados y senadores de representación proporcional (plurinominales). Irónica coincidencia. 

Concedo razón: al politólogo Nohlen porque efectivamente el sistema parlamentario de representación mixta (de mayoría y de lista) permite equilibrar la composición de las Cámaras, da representación a las minorías calificadas y otorga posibilidades para incorporar a personajes con capacidad legislativa pero que difícilmente pasan por el escrutinio de las urnas. Ello a sabiendas (y a pesar) de que las listas las deciden las directivas de los partidos. Y a mi entender el PRI tiene razón: con cien diputados federales plurinominales y con un sólo senador de minoría por entidad federativa sería conveniente. Aunque no suficiente. 

Lo sorprendente es que lo digan hasta ahora. Acaba de pasar por el Congreso federal (donde impusieron todo lo que quisieron) una reforma política que apenas está por estrenarse en los hechos. ¿Por qué no incluyeron ahí su propuesta? Ya sería ley. Muy simple: en primer lugar porque quisieron mantener en la órbita de los acuerdos del Pacto por México al PAN y al PRD quienes se hubieran opuesto y habrían hecho de este un tema de batalla. En segundo porque la presentan como iniciativa para ser llamada a consulta pública simultánea a las elecciones federales del año próximo, con el único fin de neutralizar las respectivas consultas promovidas por el PAN (incremento del salario mínimo) y del PRD (echar atrás la reforma energética, en lo que coinciden con Morena). 

De prosperar la provocación-chantaje del PRI las consultas podrían ser suspendidas y este nuevo e importante instrumento de participación ciudadana tendría que esperar para mejor momento. Porque ese es el problema en esta ocasión: llamar a consulta pública simultánea con una elección federal se presta para convertirla en un arma electorera, de lo cual se acusan, mutuamente, todas las partes. 

Por lo pronto la rueda esta echada a andar. En caso de que sí haya consultas seguro que habrá sorpresas. La peor sería que se legitime en las urnas (con participación muy minoritaria e inducida de los votantes) el proceso en marcha de restauración del presidencialismo autoritario priísta con su aplastante y artificial mayoría. 

Por eso la propuesta del PRI es conveniente pero no suficiente. Disminuir simplemente el número de diputados de lista sin otros mecanismos que promuevan e incentiven la participación ciudadana, masiva, libre e independiente, es un truco de la mayoría para concentrar el poder. La lanzan así porque saben que la ciudadanía está muy sensible contra los partidos y los legisladores, y quieren saciar ese enojo en el pellejo de los partidos minoritarios. Más aún, la reducción que no dicen es calcular que, por lo menos, cuatro de los diez partidos ahora registrados quedarían fuera del sistema electoral después de los comicios del 2015. Para concentrar el poder. 

Una propuesta seria y útil para el país dentro de un régimen democrático en el contexto específico de México debería agregar, a la disminución de los diputados plurinominales, la eliminación total de los presupuestos públicos destinados a los partidos; incrementar de 3 a 5 el porcentaje mínimo de votos necesarios para obtener y refrendar el registro legal de los partidos políticos; determinar requisitos de calidad que compensen el hecho de no pasar directamente por las urnas para los candidatos a cargos plurinominales; flexibilizar y facilitar la inscripción y competencia de candidatos independientes. Todo esto que parece más rudo y restrictivo tendría validez únicamente, sí y sólo si, se convierte el derecho a votar en una obligación.  

Que todo aquel que esté en edad de votar este obligado a hacerlo. Obligación ciudadana. Ahora sólo asiste entre el 20 y el 40 por ciento, una parte inducida, haciendo del costo económico un derroche y de la representación política resultante una fragilidad. Entonces tendría plena justificación el gasto descomunal que se aplica para realizar una elección confiable. Los resultados serían conmovedores. Hagan sus cuentas. 


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