Impunidad a la alza

Lazaro fue quien dijo ahora: anda y levántate todo lo que puedas; abarca lo demás y por ahí te mochas. No le basto a Jose Luis con el oro y las monedas; con el mando municipal y el control de policías. Termino por levanta a los muchachos normalistas porque a los planes virreinales de la mujer molestarían. ¡Ah, y a los de la familia! Que bonita familia... 

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La noticia es fugaz por definición. Los llamados "medios" se abocan a conseguir la primicia de "la nota" y hacerla resaltar antes que nadie: "buscadores de cabezas" les dice Antonio Ortuño en su novela. Así, la desaparición y asesinato de estudiantes normalistas en Guerrero desvanece el interés por la clonación de la revista Luces del Siglo en Quintana Roo, por ejemplo. Nacionalmente a alguien lo salvo temporalmente la campana de las urgencias noticiosas, ocasión que servirá para rearticular fuerzas y municiones en una guerrita local que esta lejos de haberse terminado. Habrá próxima entrega.

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Si midiéramos en línea recta la distancia que nos separa desde Quintana Roo con Iguala, Guerrero y la comparamos con la que existe con San Salvador, con El Peten o El Quiché en Guatemala o con Tegucigalpa en Honduras, tal vez no encontraríamos mucha diferencia, para no hablar de la distancia geográfica con Michoacán o Tamaulipas con los que hay mayor distancia de por medio. El escándalo es, entonces, por la nacionalidad no por la cercanía del problema en el territorio. Hay fronteras.
Nos impacta notoriamente lo sucedido en Tamaulipas, Michoacán y ahora, por el momento noticioso, en Guerrero, porque es asunto de mexicanos. Crisis de Estado se dice. Crímenes de Estado se dice. Pero mas cerca tenemos los crímenes horrendos que también descuartizan y desollan en Centroamérica. Se dice que de Guatemala se trajeron parte del método los Zetas. Kaibiles los maestros se llamaban.
No son asuntos para obviarse, desde luego. Los crímenes que fueran: pero son uno tras otro. La descomposición del arreglo social en México es evidente. La impunidad impera. Violencia e inseguridad crecen. La ley general está por mucho rebasada y en varios lugares del país se hace lo que el poder local de la política, del dinero y de las armas les da la gana. 
Impunidad pues, pero que trasciende las fronteras. ¿Y las maras? ¿Y la desaparición de migrantes? ¿Y los crímenes de Estado en flagrancia en el llamado Triángulo del Norte de Centroamérica? Nadie en la opinión pública internacional dice gran cosa. Desde México ni se voltea. Aunque esta muy cerca. Si se presta atención se escuchan los gritos desgarradores. "Tierra Caliente" no está solo de este lado de la cerca.

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De las impunidad desde el poder, ¿quién nos cuenta? Levantan la llamarada las que con muertos se cuentan. Las que alcanzan a ser "nota" y mas las que llegan a la cabeza. Pero esas impunidades se regodean espiando, presionando, amordazando opiniones, censurando, amenazando, calumniando e imponiendo el peso de los recursos públicos en interés partidista y hasta privado. No hay muertos visibles y demostrables por eso se resbalan en la noche y se levantan orondos cada mañana.
Ahí están diario dando de latigazos y mordidas en nombre de la democracia. Es cosa de mirar con detalle. 

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Desde Veracruz, un lugar en donde también hay muertos después de torturados, los intelectuales ponían el grito en el cielo -techado por la imponente arquitectura colonial de la casa de la cultura- por lo grotesco de la barbarie y su impunidad en el caso de la agresión a estudiantes normalistas en Iguala, Guerrero, mientras que en las calles... la barbarie. 
¿Nos vamos a acostumbrar a lo inaceptable? Se preguntan.
Pues aunque no lo crean, en eso estamos; en hacerlo costumbre. Esta es la generación de la nueva violencia: la pusieron los criminales; la impuso el gobierno como acción de estado democrático, la propuso el viento en la respiración de la patria sangrante. Se convirtió en instrumento imponderable sin que las voces de advertencia se escucharan en otro tiempo prudente. Ahora es clamor lastimero. De weva.

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¡Cuántas lágrimas de cocodrilo! ¡Cuántas lamentaciones rimbombantes!
Seremos todos parte del hueco común. De la fosa clandestina, aseguran.
Pero no es exactamente así. Hay tumbas que son un poquito mas que una simple lápida: se llama la exclusiva colonia residencial de Jardines de Humaya. Por los rumbos de Cartel de Sinaloa. Ahí duermen la rica vida eterna algunos de los que jalan el gatillo y empujan el paquete de coca. ¡Nada de fosa clandestina! Esa es para los jodidos y para quienes los lloran. 
Dicen que decía Pablo Escobar que ser el mas rico del panteón no servia para nada. Al capo lo recuerdan y lo visitan al por mayor frente a una lápida modesta. No lo escucharon en Sinaloa donde quedar bien muerto, cuesta. Aunque la jaula con campanario y vidrios blindados siempre esté sola. 


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