Cartucho de dinamita


Los cuatro vandálicos jinetes de mi muy efervescente Apocadito. 
Preferencias detrás del abismo. Atavismo trascendental. Todo es intuitivo para el flujo sanguíneo: comer, cojer, dormir y hurgar en el satélite. Las visitas al baño son aparte.
Azotes tras fantásticos rebotes, por delante y por detrás, en desequilibrio. Perdida de la estabilidad cualquiera.
Me presento ante ustedes: soy  Juguito Canela. Color piel. Cartucho de dinamita. Canción llanera. Parpadeo distraído. Desnudez de alteza.
Defensor de la vida, de todo lo que se mueva, menos de los humanoides absortos en su propio ombligo sin darse por enterados que les apesta. Con ellos, la resortera. 
Mi especifica y empecinada definición pueden adivinarla: aspiro a ser la versión mejorada y retrospectiva de Diosa Canales, la guerrillera. Primera persona del infinitivo impreciso. En andrógino
ambiguo. 
Asunto de vanidad: tanga, pachanga y mucha publicidad licuada. Tamaña proeza. 

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