Cerrojo al corolario

Las trombas intuitivas son tan ceremoniales como las gotas que asesinan a las palabras. Se quedan danzando por mudas.
Lado eres por el lugar en que a nadie estorbas. Te tropiezas en cada filo de tus perturbaciones. 
Transitando por la oportunidad reciente la generosidad comprueba la inutilidad de las transfiguraciones: son incapaces de asaltar a un suspiro detrás de la esquina. 
La cara parchada regala una mueca piadosa para cada desertor en cuclillas.
Utilidades marginales del atraco atrancan en el olvido: del colchón con opacidad se obtendrá, siempre, la cuenta criminal de los costos abatidos. 
No hay deuda posible. Todo es conformismo. El universo se cierra sobre sí mismo.
Explicaciones más transparentes pueden saturar un diluvio con la lectura profunda del fondo de los escuderos. 
¿Quien piensa mejor que ellos?. 
Los rincones de la pieza en penumbras funcionan como milimétricos basureros.
Piénsalo bien y piensa que bien piensa quien asegura que no habrá destino.
Con la visión puesta en los pies ajados por la adversidad, la sonoridad suda como sí fuera un vaso de vino.
Agrio el camino. Piensa menos y te sigo.
La lógica de la contundencia es básica por elemental, aunque parezca brillar como la experiencia fatal de un detective cautivo: sobran las premoniciones para el retiro. 


Comentarios

Entradas populares de este blog

Sobre el dinosaurio camaleón

México ante la necesidad de un Nuevo Orden Mundial

No hubo “corcholatas”