Macondo en el centro del infierno

Una gran hoguera. Gigantesca pira humana. Rictus de dolor y maldicion eterna. Así representan los propagandistas del cristianismo los riesgos de vivir en pecado y no morir en gracia. El mismísimo infierno. 

Hubo testigos: lo vieron, lo olieron, lo supieron. El infierno puso una sucursal en las montañas de Guerrero. Desde la oscuridad del miedo se lo contaron al Padre Solalinde: todos murieron calcinados. El sacerdote lo trajo hasta la luz de una manera abrupta, descarnada, sin mediaciones, sin aviso previo. Las autoridades aparentemente lo ignoraron y los afectados no quisieron creerle y lo callaron. Lo acusaron de protagonista. Era inaceptable esa versión prematura salida de la nada. Lo regresaron al silencio. Hoy aun lo guarda con orgulloso respeto pidiendo solo verdad y justicia. Mis respetos.

El protagonismo lo tomaron los familiares de los 43 desaparecidos y sus compañeros normalistas. Si vivos se los llevaron, vivos los queremos. Que el gobierno haga su chamba. Crimen de Estado. El reclamo severo sirvió para despertar conciencias ciudadanas. El país se sacudió el letargo y descubrió que la sucursal es mucho mas grande: el papi entero se encuentra en el centro del infierno: Sonora, Michoacán, Durango, EdoMex, Tamaulipas, Veracruz, Nuevo León, Oaxaca... Guerrero y tantos otros. Todos. Habían pasado los días con sus noches y el miedo, el silencio, la desesperanza, el desinterés y la abulia horadaron el suelo con fosas clandestinas y contaminaron el cielo con humaredas que nadie veía. El centro del infierno. Ahora los muertos olvidados están de vuelta. 

La explicación oficial casi definitiva del caso Iguala, entonces, esta dada mas por las prisas que por el cansancio, aunque el Procurador diga lo contrario. Urgencia de darle salida despresurizada al viaje oriental del Presidente: China hoy no es cualquier cosa como para desairarla tachándola de repente de la agenda. Ya bastante hay que arreglar con la cancelación de la licitación multimillonaria del tren rápido que iría de la capital hacia Queretaro, misma que su empresa ferroviaria estatal había ganado sin competidores. Pero prisas también por detener el flujo del descontento social organizado. Los Abarca y sus Guerreros Unidos pagan. Son los culpables. Los Chuchos y los Morenos quedan enredados entre supuestas complicidades. Los desaparecidos son encontrados calcinados: no identificables. Lo lamentamos mucho, sabemos que eso duele. Váyanse a sus casas lloren y esperen aunque no nos crean. En las redes sociales especulen y digan lo que quieran. 

Ninguno de los reporteros que, con retórica inútil pero necesaria para hacerse presentes, preguntaban lo mismo que ya les había dicho el Procurador, o sea idioteces, tuvo el tino o la decencia de cuestionarlo sobre si alguno de sus detenidos informantes y protagonistas del crimen masivo habría dicho el POR QUÉ de tan salvaje sevicia sobre un grupo de estudiantes inermes. Esa sigue siendo la pregunta clave: el móvil. Cada caso lo tiene. No basta con la explicación general, casi sociológica, de que el crimen organizado ataca a la población civil para imponer su ley y su poder territorial; para demostrar quien manda. Cierto pero insuficiente. Hay mucho mas que eso y nada se dice. Cuidando de curarse en salud para no incriminar desde el gobierno a las víctimas con un tema muy sensible, el Procurador asegura que no hay indicios de vínculos estudiantiles con el crimen organizado. Sea dicho... 

Entre la política y el crimen (que a veces se juntan) se entreveran los pactos y las conveniencias. Explícitos o no. Las complicidades del sistema buscan su mejor salida. La menos peor. Se malluga entre sus partes pero no se amputa. Menos se mata. No es suicida. Se limpia lo necesario. Se barre. Y si hay que dejar polvo bajo la alfombra, pues que sea. Aunque cenizas. 

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