Sin repelente

La vida efímera de un mosquito vacilón debajo de la mesa. Le dio el tiempo para poca la cosa. 
Nació de una reproducción acumulada a la velocidad exótica de su naturaleza. No pidió ser bichito alado como nadie pide nada en esas circunstancias. 
De los placeres sanguíneos solo tuvo uno: alcanzó, se posó y se dedicó a picar en las piernas de la señora de la casa. La desventaja de usar faldas. 
Nunca supo que podría ser portador del dengue, la chikungunya o alguna de esas verdades enfermantes para esas inmensas fuentes de sangre. Así sea. Así que se quede.
Gran error: volar a ocultarse debajo de la mesa. La venganza ya se lo sabe. Llego la raqueta eléctrica, con su luz seductora, y no pudo evitarla. El choque de energía fue fulminante. Cayo al suelo y las alas solamente atinaron a hacerlo dar vueltas como rehilete. Moriría de inmediato de acuerdo a las leyes de la biología. 
Fin que no acaba. El mosquito sigue por ahí dando lata. Zumbando amenazante. ¿Es el mismo o son muchos iguales?
Es todos. Son todos. Son mas que nosotros. Nos atacan. Nos invaden.
¡Pásame la raqueta!

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