Que se mueran los feos

La canción suena con intensidad fuerte y el estribillo original de la música dice "que se mueran los feos", pero quienes la corean en delirios gozosos de jerarquía cambian la palabra: que se mueran lo pobres. Son las verbenas y veladas oscuras y majestuosas de La Congregación de los Libres. 

Feos y pobres son lo mismo para la peculiar hermandad: un fenómeno provocado por la sociedad que lo quieren hacer pasar con tragos de whisky fino como si fuera un mal degenerativo de la naturaleza. Y como tal hay que tratarlo: así como se extirpa un tumor maligno o como se elimina una plaga que amenaza. 

Según el catecismo de los libres es necesario que los nacos, parias, jodidos y demás escoria desalojen el mundo para que, quienes lo merecen, puedan vivir sin esa amenaza y sin preocupaciones. Es decir, sin tener que levantar rejas de acero con punta afilada, alambrados con púas y electrificaciones mortales en sus mansiones y casas. Libres debemos ser. Así seremos.

Tal y como empezaba la oratoria del padre Flicks, mejor conocido como el señor de las mutilaciones, -el sobrenombre lo halaga-, para convencer a sus devotos y adinerados oyentes para que le llevaran al internado, humildemente a su cargo, a las niñas mas apetitosas y piernudas que se pudieran conseguir en los barrios de abajo. Para cuidarlas o castigarlas, según fuera el caso. Desde luego, la paga y la gratitud siempre serían generosas. Como la subida al cielo.

- Los pobres que ya están ahí, ni modo, ya veremos lo que hacemos con ellos: que se mueran por enfermedades, epidemias, de hambre, en las guerras o de cualquier cosa por adelantado; pero menos de viejos. Mi necesidad de vivir mucho es equivalente, directamente proporcional, a tu libertad de morirte luego. Lo más luego posible. Por lo pronto asegurémonos de que no los sigan pariendo.

Esta práctica silenciosa, cómplice, sin gritos y sin reflectores, se vio de pronto alterada cuando los organismos internacionales defensores de los derechos humanos, las insufribles oeneges y hasta la ONU salieron con la ligereza de meterse en donde nadie las llama. La reacción fue inmediata: hay que hacer matar a esa funcionaria feminista que seguramente es machorra. 

No estorbes, pinche vieja alborotadora, que el libre tránsito de los libres requiere tomar también tu parcela y tirar tu enramada. Amaneció ahorcada pero sin la lengua de fuera. Mejor dicho, si, pero mas afuera: estaba separada de su lugar, cortada. 

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