Charros

La CTM cumplió un año más de su contradictoria y no poco tenebrosa vida y su dirigente formal -que no líder-, Joaquín Gamboa Pascoe, aprovecho la oportunidad para festejarse a sí mismo y rendirse honores en vida (tiene 91 años): una inmensa estatua en bronce con su imágen de cuerpo entero. A la par que su maestro Fidel Velázquez: el viejo zorro y el arribista sin mérito, gracia ni carisma. ¡Ahí están pintados los enriquecidos burócratas sindicales!

Joya honoraria con el mismo y conocido discurso de ocasión, es decir, de sumisión a los patrones y al poder del Estado: una pieza añeja de oratoria rastrera al más viejo estilo, con voz quebrada y trémula. Con el colmo absurdo de la escenografía: acarreados con uniforme de sindicato y empresa, vítores dirigidos con papeleta, porras y matracas. ¡Ahí está pintado el corporativismo priísta!

¿Decadencia? No lo parece. Si alguien pensó alguna vez que el dinosaurio se habría ido porque eventualmente perdieron la Presidencia de la República se equivocó en redondo: el corporativismo de Estado siempre ha estado ahí, a veces aguerrido y manoteando, y a veces dormitando, agazapado y al acecho. Anda de vuelta en primera fila, a la luz del día y en la fiesta callejera.

Lo vimos, y entonces lo supimos, desde el año 2000 en que el PAN por medio de Vicente Fox asumió la Presidencia: el insufrible "ferrocarrilero" Víctor Flores se le tiró a los pies al recién inaugurado Presidente de oposición poniéndose a sus órdenes, es decir, ratificando su sumisión al Estado a cambio que les dejaran seguir haciendo sus fechorías con los trabajadores, y como tales se les dio la mano... y ahí siguen. Van y vienen. Se mueren de viejos hartos de riqueza. 

En tres lustros algo de las reglas del juego han cambiado pero sigue intacto éste, uno de los pilares del autoritarismo que, ese sí, esta regresando a empujones por la ventana priísta. Uno de esos cambios ha sido la pulverización de Contratos Colectivos de Trabajo generosos que hoy son piezas de un museo que nadie quiere montar. En el panorama inmediato no se ve que esta situación vaya a cambiar: las centrales sindicales "independientes" se quedaron estancadas o son simples testimoniales de un deseo de independencia y democracia. La UNT se quedó estancada en el mar de sus contradicciones... y de sus propios burócratas. Elba Esther Gordillo quiso ir mucho más allá de los márgenes laborales y terminó en la cárcel.

Los que los ponen, los quitan. Y a los charros, por útiles para el descolorido jaripeo sindical, no los quitan.

¿Los trabajadores? Bien, gracias. Los que están sindicalizados hoy son minoría y la sociedad mexicana, dicen los datos internacionales, es una de las más desiguales, económica y socialmente, del planeta. 

Los charros tienen su gracia: son funcionales beneficiados de la democracia. ¡Quien lo dijera!

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