Letreros en el puente

No todas las velocidades tienen el mismo sentido bajo la frecuencia interna. Ninguna razón las apremia. Cualquiera se para y mete reversa porque hasta el mas ciego lee.
Son las mantas misteriosas las que impregnan el suelo con un poco de consuelo. Se apropian de las esperanzas y de los sueños de los creyentes.
Suben y bajan los clamores. Cada uno cabalga sobre su fe revuelta. Que si, si; que si, no. Que si soy mejor que tu, te quitas para priorizar mi venta. El zumbido básico de los estrategas. Sin treguas.
Mientras tanto, no muy lejos de ahí, otros son los que se sirven la sopa con cuchara sopera. Amasan sonajas y mandan a cortar cabezas. Pagan en dólares y dan vuelta a la tuerca. No se desesperan. Quinientos hijos de la patria, y más, velarán para que no se sepa.
Que los empapelados y los merolicos cierren la boca. Para eso se les paga. Aquí no ha pasado nada.
¡Como usted ordene, mi Comandante!
Ingenuos los incautos maravilla que arrastran sus pesadas botas sobre la arena. De plomo son los pies: lo imaginan inútilmente como blindaje en la pechera. El machete es acero: no ocupa bala, que si al final se apremia, entrara por la espalda.
Aguarda que todo guarda sus proporciones como los demás vaivenes el ras de un vaso de aguardiente. Sin novedad en el frente. Cayeron más de tres que los callaron con soplete. No sirvió la pechera.
¿Quién podrá platicarnos sobre las consecuencias?
No hay consecuencias.
Es un vendaval minimizado que sopla sobre un rehilete. Los que cambian llegaron, los fumigaron y se fueron o desaparecieron: así sucesivamente. Da vueltas.

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