Max Mejia


Foto de Frontera.Info
Lo lamento profundamente, es lo primero que debo decir. Mucho mas que el tamaño del impacto en el momento de recibir la noticia.

La muerte de Max Mejía me pone muchas cosas en perspectiva. Además, significativamente llega muy pegada al corte de década que oficialmente me representa el abordaje de una nueva etapa.
No es el primero de la ilusionada camada libertaria que se va. Y es de obviedad esperar, sin impaciencia ni nostalgias tardías, que el racimo vaya disminuyendo al ritmo de la hora. Ley de la vida...

Por eso, lejos de esta breve memoria estaría la intención de ponerme a destacar las virtudes personales del hombre después de desaparecido. Simplemente un excelente amigo mientras estuvimos. Tipazo. Horas hubo para compartir y contrastar ideas, expectativas, criticas, gustos, brindis, miedos e hilarantes sarcasmos. Después nos evaporamos hasta estacionarnos distantes en algún rincón de la memoria: cada quien a seguir persiguiendo el desorden y el caos en lugares distintos. 
Anécdotas hay, pero se habrán de abrir, seguramente, cuando sea tema obligado en las charlas con amigos comunes.

¿Valió la pena?

Los balances al final de la vida, cuando es mas o menos larga, suelen ser pesimistas. Tienden a pesar mas los "hubiera" que los resultados. 

Para Max fue particularmente difícil: remar a brazo pelón, y en muchos sentidos solo, contra la corriente de una cultura machista y homofobica en la cual la preferencia sexual estaba denigrada y era agredida por definición, por transmisión educativa, por cultura. Hoy se habla y se respeta con relativa facilidad (sin que la discriminacion desaparezca) de lo que se ha dado en llamar la diversidad sexual. En eso Max fue pionero aguantando candela de agresiones y burlas, reclamando el respeto a su derecho y a su verdad en un desierto plagado de hienas.

El respeto a los derechos de la diversidad sexual ha sido una corriente universal, anidada fundamentalmente en Occidente, y en ella se circunscribe el esfuerzo de vida que caracterizó a Max. En ese sentido fue, digamos, más fácil. O dicho de otra manera, en algo valió la pena. 

El respeto a los derechos de la diversidad sexual y la creación, promoción y difusión de la cultura fueron sus banderas muy características. En esto último siempre compartimos la misma idea: solo la cultura podrá salvarnos. En el breve vídeo que lo honra puede notarse un dejo de resignación -si no es que de satisfacción- al reconocer que hacia lo que iba a ser el final de su vida la intensidad y las formas de su lucha habían cambiado no solo por la edad sino porque de alguna manera las barreras se iban abriendo.

Pero hay algo en lo que, como generación, no pudimos avanzar como hubieras querido (o mínimamente deseado) mi querido Max: siempre supimos que los derechos individuales, humanos, tendrían que evolucionar positivamente en una mejora de la condición colectiva; social y económica. Enmarcados en el espectro de la izquierda era una lucha por la igualdad. Y a la vuelta de un nuevo siglo-milenio las condiciones de desigualdad son peores que nunca. No solo en México sino en todo el mundo. En eso las cuentas arrojan números rojos. El rostro se nos surca por una inevitable frustración.  El muro se nos cayó encima y la democracia burguesa parece haber dado de si: cada vez sirve menos como coartada para disimular y justificar la miseria. En ese aspecto el esfuerzo parece haber valido muy poco la pena. 

Gente de su tiempo, Max hizo lo que creyó que tenía que hacer. Siempre critico hasta de su propia causa. Y dejo su huella. Cuando uno de mis hijos me aviso de su fallecimiento y quiso saber un poco más sobre el personaje, lo dije así: 

"Fue uno de los primeros de nuestra era -si no el primero- que salió a la calle y a los medios a reivindicar y organizar el derecho de lo que ahora se llama Diversidad Sexual."
"Sin duda. Hoy ya es un tema casi común y obligado. Pero entonces era un gran tabú y ese chavo salió a romperlo aguantando la carrilla. Cuando alguien recupere la historia de ese movimiento su nombre deberá estar en primera línea y con mayúsculas."

Hasta siempre Camarada. 

Solíamos decirlo como un cliché de banda. Parte de la letanía. Con el sentido profundo de lo que es percibir a un camarada, es decir, amigo de vida, no a cualquiera se lo diría ahora.








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