Cancun: fomentar cultura para hacer historia

Cancun es una ciudad difícil de definir y, diría, casi indescifrable.  No porque los elementos que determinan su fisonomía estén ocultos a 45 años de su fundación, sino porque sus códigos de identidad aun están tomando forma. La ciudad entro en la madurez plena con relación a la generación que le dio origen, pero es una infante para los tiempos de la historia. 

Su incitante ubicación geográfica, derivada por voluntad en vocación turística fundacional, la han hecho una ciudad polo; una ciudad faro o, más aún, una ciudad iman. Sabido es que la invitación mágica del Mar Caribe y la búsqueda de mejores condiciones de vida han dado pie a una intensa inmigración, provocándole un acelerado y complejo crecimiento poblacional que la perfila como una ciudad con características socioculturales únicas, si se le compara con las de similar tamaño dentro del país y en el resto del Caribe. 

Una suma que, a mi entender, todavía no mezcla. No del todo. Los voluntariosos esfuerzos, por parte de activistas y grupos vinculados a la cultura, para identificar, construir y arraigar tradiciones que se reconozcan como propias, como cancunenses, conviven a diario con el peso pesado de las costumbres, practicas, rituales y creencias que traen consigo los nuevos pobladores que se asientan: hábitos que en muchos de los casos provienen de una cosmovision muy antigua. Sirva de ejemplo: cuando uno pierde temporalmente de vista a algún conocido y pide razón, la respuesta más común es que fue a pasar unos días a "su pueblo", lo que es decir a su identificación mental y territorial con alguna localidad fuera del estado o del país. 

A pesar de ello -y también a diferencia de otros puntos del país- aceptar a Cancún como "mi pueblo", es decir, ser cancunense, puede ser relativamente sencillo: para efectos prácticos y personales basta con sentirlo y asumirlo; para efectos legales, con tener credencial de elector. Sin embargo, interiorizar una visión de identidad social es muy otra: la determina eso que llamamos "cultura propia"; cosa que en Cancún esta por construirse. 

No me refiero a nacer o no en el territorio; esa es una falsa discusión, aunque ya exista una generación madura nativa de la ciudad. La identidad de una localidad suele ser el resultado de la convivencia social de largo aliento -sin importar el origen de sus componentes- combinada con la adopción de lugares, formas, personas o acontecimientos que de manera insospechada pasan a formar parte del imaginario colectivo de la comunidad. La colectividad se los apropia como suyos y únicos. Insisto que es algo que aun esta por suceder. 

En una localidad nueva y dinámica los códigos de identidad se van forjando en un proceso de cambio permanente, de actualización, como ha sucedido en las ciudades modernas de primer mundo; condición a la que Cancun debe aspirar. Las claves están en la creación de hoy, en la creatividad de los que están, y no tanto en el estacionamiento y en la sumisión al pasado, como obligada y afortunadamente ocurre con las bellas urbes coloniales del centro y sur de nuestro país.

Desde luego que se debe conservar y difundir la memoria de la ciudad: registrar, paso a paso y por todos los medios posibles, los hechos que la han hecho y la van haciendo posible. Pero sobre todo es tiempo de hacer su historia. A sus 45 años Cancun se puede proyectar, más allá del iman turístico y laboral, como una ciudad con futuro, moderna, dinámica, cosmopolita y multicultural. No se hace sola; requiere voluntad.

Fomentar la creatividad cultural en todas sus manifestaciones y a todos los niveles; multiplicarla; abrir espacios, otorgar incentivos y difundir: la ciudad necesita ese compromiso de las entidades públicas y de los particulares. Detrás de eso, la fusión vendrá. 

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