Cancun, ilusión óptica.

Adicional a la nutrida inmigración de mano de obra, con la misma frecuencia arriban a Cancún grupos y personas de economía media dispuestos a invertir en pequeños y medianos negocios. Fuentes de empleo en ciernes que van desde proyectos familiares hasta asociaciones de capital con inventiva y marketing capaces de aprovechar nichos de oportunidad. 

Sin embargo, con un poco de observación y algo de recorrer la ciudad con regularidad es notorio que por cada pequeña o mediana empresa que se consolida hay decenas que se quedan en el intento, se evaporan, se frustran. De modestos puntos de venta hasta grandes locales, almacenes, bodegas y talleres, en el giro que se quiera. Así, un negocio cambia de propietario o un local cambia de tipo de negocio una y otra vez con singular facilidad. O de plano se queda vacío por un tiempo considerable. Esfuerzos y recursos desperdiciados. Posibilidades de empleos tirados por la borda. 

Las grandes cadenas comerciales -con sus propios estudios de mercado- son el indicador del crecimiento, pero nada mas. Fuera de eso, cada quien invierte en lo que quiere, en el ramo que conoce o en lo que supone puede "pegar" en un lugar determinado de la ciudad escogido a voluntad.

El problema es que esas iniciativas rápidamente chocan con la ilusión óptica que la ciudad provoca: buscando nuevos horizontes a primera vista la realización de un negocio parece muy atractiva, viable, hasta que el intento se convierte en una tortura que pasa por el privilegiado uso especulativo de la tierra y de la propiedad inmueble (las rentas son muy altas a pesar de la oferta) y por la infame persecución de inspectores y "fiscalizadores" gubernamentales. Corrupción incluida. 

No hay un plan de desarrollo económico para la ciudad. Una orientación oficial de los bienes y servicios necesarios por región. Mucho menos un plan para diversificar la economía con incentivos y condiciones básicas que estimulen actividades productivas adicionales al turismo.

A sus 45 años Cancun se perfila como una ciudad con futuro, moderna, dinámica, cosmopolita y multicultural. En cierto sentido ya lo es. Pero es una viabilidad bivalente: o se expande con un desarrollo equilibrado y complementario al turismo o se tensa irremediablemente en la bipolaridad entre la opulencia de la zona turística y la degradación de la zona urbana; y dentro de esta entre los privilegios medios aislados, tras rejas y bardas, y la masiva miseria de los marginados; entre "ellos y nosotros". El futuro ya nos alcanza con un creciente contraste social. Cancún "ciudad de contrastes" es la definición más indeseable. 

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