Metropolitana

Sabrán de mi cuando desaparezcan sus pertenencias: ese cúmulo de frivolidades inútiles y brillantes que parpadean y se difuminan como lucesitas navideñas. Se oxidan, se sulfatan y los circuitos dejan de funcionar porque los chips de caducidad los pasan de moda. Las arrinconan. Se olvidan. Cuando finalmente busquen no encontraran ni la correa ni las migajas de las croquetas: el perro se habrá ido decepcionado por la azotea.

Dame pues, una estación fría que no sea el invierno.

Solo me queda el preludio de la primavera; si no te basta quédate en un área publica: te dejo en la estación Gabriel Mancera: esta suficientemente profunda para que no resientas los vapores del día pero prudentemente al alcance de la superficie con un mesurado esfuerzo de zancadas altivas. El apellido es ilustre porque se puso de moda en uno de los palacios del Centro. Frente al Zócalo. Suficientemente fría a pesar del calor de la vida, ¿te parece?

Así fue como comenzó la aventura...

Recorrieron con el índice de la mano derecha cada una de los escaparates, separando mentalmente las preferencias de las vitrinas, por tamaño y colores. Ropas, juguetes, olorosas comidas, regalos y todos los aparatos eléctricos y electrónicos posibles. Joyería fina y de fantasía. Flores exóticas, cafés y librerías. Y afuera, caminando en los adoquines y sobre la palma de la mano, la gente: mucha gente. Bajar por la calle de Madero como si fueras en patineta: alucinas. Llegamos aquí sin compromiso establecido. Sin pensarlo. Un par de boletos de avión, maleta al hombro mas la de rueditas. 

Mientras tanto, lejos de ahí, los malandrines saqueaban el departamento donde esa misma noche dormirían: que dice el señor que le lleve el televisor y la computadora a la oficina en donde se encuentra. Subieron las cosas a un taxi pirata y desaparecieron al dar la vuelta en la esquina. Los vecinos no lo creyeron pero se lo tragaron... entraron con llave, mi amigo, con eso cualquiera duda si realmente usted mismo mando a que lo desvalijaran. Con eso de que ahora hay auto todo: autosecuestros y autorobos. En este mundo raro nadie sabe... peor en una ciudad que con cualquier cosa se contamina. 

Cuando se encuentran, la salacion entra en contubernio con la mala fortuna. 

Bienvenidos a la capirucha.

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