Canción vaquera

Alguien grita con sentimiento inaugurando la indeseable sorpresa. Volveré a ti aunque no quieran tus nuevos enamorados; me vale madres que parezcan mecánicos o narcos. El sabio despierta con la voz tipluda y chillona que acompaña a banda y tamborasos. El redoble agrede a mansalva mientras el motor amenaza con no apagarse. Si se queda estacionado se fastidió la noche: van a dar las cuatro de la mañana; o serán las seis, según quiera verse: lo decidiría el reloj biológico de acuerdo a las ambientaciones pero le cortaron el flujo del sueño reparador y la imaginación vacila. Ya ves que eso de los horarios es mero convencionalismo social que acepta caprichos y concesiones. La geografía y el sol son los espectadores. Y pensar que apenas unos días antes se esperaba que la Tierra fuera agredida por un objeto volador identificado de manufactura rusa. Prepárense aunque sea con unos cascos nazis porque de suerte les cae una esquirla espacial en forma de basura filosa. Como si no supieras que todo lo que entra en esta atmósfera se desintegra hasta quedar como cápsula de vitamina. Desintegrados estamos ¿que no? De lo contrario, que alguien me explique como es posible que la concurrencia se derrita frente al estrado que puede sostener a semejante cantante de espalda cuadrada y voz de espantasuegras. Hasta forma parte privilegiada del aceitado volumen de la troca loca que nos afecta. El chofer debe ser gay de clóset apantallando al morrito que fue a dejar a la casa de la familia. Con lo que abundan pero se niegan. Buenas noches mi amor.  Me quito el sombrero: besos en la nuca muñeco... aunque este peluda. Demente se pondría mi mujer si pudiéramos aprovechar la oferta inesperada. Amerita. Por desgracia el clima es seco y la cama pequeña. La madrugada se parte en dos para esperar el día. Será sábado, como les dije. ¡Ah!, ¿no les dije? Disculpen la omisión, también los sabios nos equivocamos cuando, amodorrados, se nos jode la noche. 

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