Dime de que te indignas...

Acércate a la ventana y ve pasar la vida para que la cuentes. Los transeúntes se tropiezan. Trastabillan con sus propias palabras. Con sus pasiones de portada. Con el impresionismo de cualquier imagen llamativa aunque no tenga nada de artística. 

Escándalo en las redes latinas porque los chinos desatan la matazón ritual de perros para comérselos (guácala) mientras por acá se ingiere en celebración la vaca, el cerdo y otros vivientes de dos y cuatro patas.

Se encienden los ánimos con una noticia intolerable: maltrataron a unos pobres animales en una tienda de mascotas. Justo el reclamo. La mecha se enciende. Queman en la leña verde de sus muros electrónicos a los culpables. Boicot para la marca. 

Mañana pasaremos a otra cosa por la cual indignarnos desde casa. 

No muy lejos de allí, de manera simultánea en otras páginas electrónicas con el mismo idioma, anuncian que en el paso marítimo del norte de África hacia Europa, los traficantes de carne humana tiran a las profundidades del agua y sus amenazas, sin consideración, a los migrantes negros después de cobrarles lo que no tienen. Cientos de ellos. A estas alturas deben ser miles. 

¿Y que con las mujeres que mutilan o lapidan por montones en el lado musulman por negarse a seguir siendo tratadas de manera indigna? 

O tal vez provoque un sentimiento de reproche el masivo abuso sexual de niños y su uso como carne de cañón militar en diferentes puntos del planeta. 

Las pandillas centroamericanas acribillan a mansalva a los usuarios del transporte público urbano a pleno día en las calles principales.

El etcétera es tan largo como dar varias vueltas en órbita. 

Ni quien diga nada por la comarca. Debe ser porque esos están lejos. Las indignaciones son colaterales a la inmediatez. A una moda que, como tal, pasajera. Al encendido de un extraño switch mental que discrimina y escoge con mucha arbitrariedad y poca eficacia. 

En todo caso, si a esas vamos, habría que indignarse con el mundo por la manera injusta, desequilibrada y cruel como funciona. Pero eso es mucho y es nada. ¿Quién es el culpable? Fuente ovejuna. 

¿A ver...? Agarren piedras.

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