La cancha del PRI y sus malos modos

No se le dan los buenos modos republicanos al gobierno del PRI, mucho menos cuando anda sobrado. Desafortunadas la declaración, en tono soberbio, del Secretario de Gobierno del estado de Quintana Roo al preguntarse si la oposición lo que quiere es "la cancha a modo" con una reforma política concensada.

Se cura en salud. Peor aún: lo traiciona el inconsciente. A su gusto y fuego lento deben estar preparando el PRI y sus aliados las nuevas condiciones de la "cancha" para seguir manejando el juego electoral a su antojo, con impunidad y sin consecuencias. 

Tienen la mayoría legislativa para hacerlo y hasta hoy no han dicho que sobre ella vayan a privilegiar el acuerdo y el consenso con las mejores propuestas para la ciudadanía, sin importar de quien vengan. Solo han dicho que aceptan foros y consultas: que hablen; que digan lo que quieran; que el respetable y los latosos opositores de desahoguen, al final aprobarían lo que les convenga. Sin embargo, parece que en el gobierno les desespera que les ocupen el tiempo con necedades que no van a proceder.

Aún así, ¡cuánta descortesía!. En vez de reclamarle a la oposición el empeño y la disposición se la deberían agradecer: mesas, consultas y foros servirán para dar legitimidad de pluralidad a una reforma que, al final, PRI y aliados pueden sacar como quieran. 

Son las condiciones y los riesgos, con márgenes reducidos y a veces con mucha desventaja, en los que las oposiciones tiene que participar -en un juego político medianamente democrático- para fijar sus posturas frente a la sociedad y tratar de hacer valer sus opiniones y posiciones. Si no ahora, para darle sentido y contenido a la necesidad de construir una nueva mayoría a futuro. Hasta donde alcance...

Pero con los malos modos de quien debiera garantizar los equilibrios y las formas desde el poder, pareciera una invitación a dejar libre "la cancha" a quienes se asumen dueños de ella, del balón, del arbitro y de los cronistas. 

Con esos maltratos los partidos deberían pensar seriamente su permanencia en una mesa como esa. Una cosa es el juego democrático, aunque sea en desventaja, y muy otra empecinarse en representar una pantomima voluntaria que el dueño del espectáculo menosprecia.

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