Defensa en barroco

A nadie parece importarle lo que quienquiera opine o diga lo que piense. No tiene por qué. Siete mil millones de posibilidades. Algunos millones menos de probabilidades. El mundo está siendo hecho persistentemente a imagen y semejanza de las repetidoras: basta una idea básica atada a tres frases en común y el asunto de la justificación existencial (que nunca sera problema masivo) queda resuelto. La cancha esta inundada de participantes, -que no son al final tan muchos pero son mas que suficientes- mientras que en las graderías no suele haber espectadores. Así como que no se pueden generar falsas ilusiones: la plaza esta sitiada por la ignorancia; aquí mismo donde se dice que nadie lee ni en defensa propia.

A la ignorancia le brindo todos mis respetos y le aparto los asientos aunque se ven pocos desocupados. A los clubes de lectura, el altar híbrido y descontextualizado de la patria. A la defensa curativa para sobrellevar algo de salud mental, lo que se pueda. Salvaos como sea. Con aquello de que en el tiempo futuro todo lo expresado en el circuito electrónico habrá de desaparecer de la faz de la tierra debido a una falla en el apagador del switch o por un corto circuito. Ni quien se entere en los milenios posteriores más que de los grabados en piedra.

La invitación parece ser un llamado nada sutil para entonar la retirada. Pero las cosas no tendrían por que irse obligadamente por ahí; muy al contrario: hay otra existencia que justificar: la propia. Habrá quien no lea por nosotros ni escriba para los otros, sino que ambas cosas las haga al libre criterio, gusto y posibilidad sin freno ajeno. Entonces el fundamento no esta en que necesariamente la razón ultima debe basarse en que lo escrito se lea, sino primordialmente en que se escriba. En que se sienta, se piense y se diga. Manos al bolígrafo aunque ya no sea una pluma; dedos a la tecla.

Sienta lo que yo sienta, será lo mío. Piense lo que yo piense será lo mío. Diga lo que yo diga será lo mío. Que me lo impida, si es que puede, la conciencia, la impaciencia o la somnolencia; cualquier cosa que todo eso sea. Como dice el párrafo introductorio a este chusco charco hecho un disparo de filfa y camelo: lo demás es cuento de quien lo lee. De quienquiera. De nadie, pues.

Y esto no será ficción, noticia falsa, invento ni mentira. 


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