La calamidad pinta verde

Por aquí y allá he dicho y escrito que un once a las patadas, vestidos de verde, (o de blanco o de negro como ahora se estila), no representa ni en jirones los rasgos de un nacionalismo que tengo extraviado: el fútbol oficial que de deporte devino en espectáculo de mala calidad y de ahí al puro negocio sin importar los modos y las formas, no te hace mexicano, por mas que te disfraces de caballero águila, grites en los estadios o te llenes la panza de cerveza y botana frente al televisor.

Cosa de las circunstancias: tuvo el fútbol mexicano, la noche del 22 de julio de 2015, la oportunidad de ser parte de una historia verdadera. Ser alcurnia; ser identidad; ser orgullo nacional. Ser parte de la elite universal que se viste de grandeza.

Oportunidad de Oro para conquistar el galardón y el respeto del mundo, tal vez sin conseguir la Copa.

Pero no. Quedo en deseo frustrado. Uno mas. Ni siquiera lo vieron o se lo imaginaron. Les quedo sobrado, muy sobrado, el chance de alcanzar la proeza, de meterse a la historia por la puerta grande.

Por algo al que los 'dirige' al ras de la cancha le llaman el Piojo: por pequeño y miserable. Y de paso le perdonan las cochinadas de inducción electoral en las que se mete. Tal vez ni cuenta se ha dado. Tal vez la orden suprema es: como sea avanzamos porque ya pagamos. 

Esta visto: La verde y el Verde son una calamidad para México.

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