Malas noticias: moche a la SEDESOL

Ajustes en la economía mexicana, debidos a la caída de los precios del petroleo y al vendabal abanicado por las reacciones del capital internacional frente a la moratoria de Grecia, le dan palo a la política social del gobierno federal. 

El presupuesto público será reducido en 259 mil millones de pesos entre este y el próximo año (casi en 22%), impactando en 818 programas gubernamentales de manera directa y fusionando 261 más; muchos de ellos de la SEDESOL.

La politica social se va a la coladera después de las elecciones. No es buena noticia en un país en el que la desigualdad económica y social es una de las más prominentes del mundo: segun el reciente informe de Oxfam México, el 1% de la población más rica dispone del 21% de la riqueza nacional; mientras que por el otro lado, el 10% se encuentra en pobreza extrema, 35% en "pobreza moderada" y otro 35% en condiciones "vulnerables por carencias e ingresos". Eufemismos para desdibujar una realidad escaldalosa: 80% de los mexicanos -alrededor de 100 millones- sobrevive con carencia de las condiciones básicas.

No es que el Estado deba suplirlas con ayudas asistencialistas para los pobres, pero es un hecho que el modelo económico impuesto, especialmente su aplicación política asistencialista para los ricos, estimula la concentración de la riqueza y con ello la desigualdad. Un par de ejemplos: mientras que el salario mínimo vale hoy sólo el 25% de lo que adquiría en 1976, México es uno de los paises de la OCDE con más bajo índice de impuestos para las ganancias del capital (sólo después de Eslovenia y Estonia). Pero eso sí, ahi van más impuestos para el consumo: ya le llegó su 16% a los alimentos preparados. Los que mas tienen, menos pagan... o de plano ni pagan.

En estas condiciones, la política social gubernamental puede jugar un papel de amortiguador -en primera instancia- y eventualmente de regulador progresivo para evitar que aumente el deterioro de la condición de vida de los mexicanos y, con ello, el concomitante proceso de desintegración, irritación y descomposición social. Sin exageraciones, está en juego la unidad nacional. No es suficiente, desde luego, pero es parte de los instrumentos necesarios.

Es un asunto, entonces, de voluntad política; de voluntad desde el poder. Y hoy el poder decide, una vez más, cortar apoyos para los más necesitados, quienes día a día son más y en peores condiciones. Ya está visto para quien trabajan los gobiernos de los últimos 30 años.

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