No es de sangre

En tierra de migrantes lo más sensato es resaltar y estimular la capacidad de convivir y crecer juntos entre los diferentes. La diversidad cultural es el activo social fundamental. 


Construir una identidad común requiere amalgamar sueños y compartir esfuerzos, sin importar su origen, si están a disposición de una misma causa: vivir en armonía y en progreso. 

Lo que somos en comunidad es el resultado de múltiples voluntades, no el legado genético de la estirpe. 

Yerra en su diagnóstico el gobernador de Quintana Roo cuando -desde la máxima tribuna cívica del estado- exalta, una vez mas, el localismo nativista que ha dado en llamar "quintanarroísmo". Es incompatible con la composición social del estado que gobierna. Más aún, la imprecisión del concepto equivoca el mensaje: en el mejor de los casos confunde; en el peor, convoca a la exclusión que puede ser confrontación. 

Usar un "ismo" de esa naturaleza, en tierra de migrantes por excelencia, refleja una seria confusión conceptual, un irreflexivo apresuramiento retórico o, como afirman sus detractores, una necedad política con el fin de hacer a un lado a un contrincante. ¿Solo a uno? ¿Una definición general que puede significar la exclusión de la absoluta mayoría de la población se utiliza desde el poder para contrastar con un solo personaje? 

Difícil de creer pero no imposible. La historia no esta empolvada entre amarillentas páginas de olvido: algunas necedades políticas basadas en el localismo, el nativismo, el separatismo, el dogma, la etnia o la pureza de la raza han sido muy caras para importantes grupos poblacionales. Esperemos que en este caso el costo no sea colectivo. Que la necedad política se quede únicamente en suicidio político.

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