Justicia para todos

El asesinato en Cancún de la joven Karen Carrasco Castillo fue el detonador. Desgraciadamente ni la primera ni la última, pero dado que hacía parte de la comunidad universitaria se pudo organizar la reacción y el malestar social en forma de masiva demostración pública. Manifestación que dio pie, por cierto, a una de las acciones informativas más insólitas que me hayan tocado ver: el mutis y desprecio casi absoluto por parte de los medios de comunicación. Callar también comunica y lo que este silencio ha dicho es de lo más vergonzoso. 

El caso Karen es la punta de iceberg. Hacia abajo se expande de manera creciente (la más de las veces fuera del alcance del ojo de los medios y del conocimiento general) la violencia donde hay víctimas mujeres, hombres o niños (también con rostro, nombre y familia). Violencia fulminante que acribilla en plena calle o hace aparecer cuerpos femeninos vulnerados con crueldad, pero también violencia sorda que carcome poco a poco el tejido social y familiar: altos índices locales de drogadicción juvenil, embarazos prematuros y de suicidios por angustia y depresión; secuestro infantil, extorsiones a negocios y creciente desigualdad económica son marcas indelebles del fenómeno. 

Mole gélida que se resume en el nombre genérico de inseguridad pública. Masa informe y corrosiva que se sumerge y protege en las aguas nauseabundas de la impunidad.

Justicia para Karen, si y claro que si, pero no sólo. Justicia para todos. No solo para cada uno como casos aislados e individuales que se acumulan en una pila de expedientes pendientes sino justicia para la sociedad: seguridad pública, policía eficaz y eficiente, tribunales imparciales, es decir, un verdadero sistema de justicia. Seguridad para todos.

El principal obstáculo es el pacto de impunidad en el cual sucede todo pero no pasa nada. La frivolidad gubernamental, la omisión judicial y el silencio de los medios actúan como cómplices del crimen que se organiza y ocupa todos los espacios públicos posibles, arrinconando al ciudadano en una frágil y vulnerable parálisis de miedo inducido. 

Pacto de impunidad que a estas alturas solo puede ser reventado por la presión internacional -como sugieren algunos especialistas-, pero sobre todo por la acción ciudadana, mejor organizada aún, para tomar control de la vida pública. No se vislumbra otra solución. Esperemos que se dé por los causes pacíficos, porque bien dice el dicho que la violencia genera violencia. 

¿Cuánto conformismo mancillado se necesita para hacer estallar una rebeldía?

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