Semáforo en rojo

Para seguir ejercitando la capacidad de asombro: 

No nos ponemos en alerta porque no hay asesinos seriales y no existe un patrón en los crímenes contra las mujeres. Aunque sucedan uno tras otro. No es para tanto: el único patrón identificable es la reproducción cotidiana, llevada al extremo, de una cultura machista donde la vulnerabilidad femenina puede llevarla a la morgue por una 'simple' desavenencia de pareja. ¿Nos vamos a alarmar por eso? Ya si alguna se cruza por el camino equivocado o es víctima de su propia forma de vestir o de comportarse, pues esas cosas pasan. Las demás deben aprender y actuar en consecuencia. Que nadie se estrese. 

No se estrese; indígnese y reaccione:

Lo que en realidad existe es impunidad para el crimen y con ella una progresiva descomposición social tolerada y estimulada por omisión ya que transmitir al mundo la imagen de que aquí no pasa nada es más importante que los huesos de las olvidables, para seguir acumulando premios turísticos internacionales. (Lo explica de mejor manera la periodista Gloria Palma en este breve y profundo apunte: http://www.quintanaroohoy.com/post/la-autocensura-del-paraiso/)

El problema, entonces, es peor que feminicidios. Es un asunto de inseguridad general, de crimen creciente en todas sus manifestaciones, de tolerancia oficial, de impunidad y de desmoralización individual, familiar y social frente a una abrumadora dinámica indeseable que nos rebasa. La moral pública se corrompe y la privada se embrutece.

Semáforo en rojo: ¿seguimos de frente?

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