Caribe somos

No era exclusivamente un lugar de tránsito, de estancia pasajera, sino también de llegada, de anclaje definitivo; transgeneracional. Lo fue para aventureros retirados, migrantes voluntariosos y mercenarios accidentados, así como para el arribo de aquellos trasladados contra su voluntad sin saber siquiera en donde diablos la vida se les había volcado para terminar en condición de esclavos. Ya fuera en las islas o en las costas continentales. Ya fuera para hacerse entender en español, inglés, holandés o francés: a veces entre uno y otro. Así nacieron desde sus entrañas nuevas mezclas raciales, usos, costumbres, mañas de sobrevivencia y formas de expresión como, entre otras, esa lengua sincrética y sintética llamada creolé. 

Varios siglos después, que es todavía hoy, sigue siendo un irrefrenable polo de atracción. La parte de Caribe que le toca a México tiene, por lo menos, medio siglo siendo un imán continuo de migrantes dispuestos a sucumbir el ancla en lo más profundo de sus manglares. Un lugar neto de migración que poco a poco va fijando sus raíces y expandiendo su reproducción. Lo que le dio origen forma el racimo nostálgico de las añoranzas; lo que se hace hoy funda día con día su identidad. 

Hacer énfasis una y otra vez en este punto no será suficiente a lo largo de todo el proceso socio cultural que está por venir en el Caribe mexicano: la identidad aún imprecisa se va construyendo a diario. 

No mientras exista la falsa dicotomía entre quienes 'llegaron primero' -y por lo tanto se consideran que 'ellos son' (sin definirse a sí mismos bajo ninguna denominación y argumentación que no sea la del calendario), por encima de quienes han arribado masivamente más recientemente (y en esto no hay hay manera de precisar una fecha del antes y el después). Dicotomía que tiene mucho de ficción, de artificio argumental construido en el imaginario y en el discurso de las élites consolidadas que tratan de cerrar el paso al surgimiento -por adopción y adaptación- de nuevos liderazgos económicos, sociales y políticos. 

No mientras la superposición de 'identidades culturales' asumida por las élites económicas adopte como fachada publicitaria la imagen y los nombres de 'la maya' como mera mercadotecnia, mientras que los herederos de las culturas originarias continúen marginados y relegados en todos los aspectos de la vida pública, con excepción de algunos de sus usos mediáticos e histriónicos como curiosidad folclórica. 

No mientras los ojos, la memoria, la atención y los sueños de los recién llegados se mantengan fijos de forma prioritaria en sus lugares de origen: el nuevo arraigo implica inevitablemente desprenderse en mucho de las viejas certidumbres territoriales o, en su caso, readaptarlas y modificarlas, y eso es culturalmente una cuesta arriba muy empinada en la mayoría de las personas, dadas las resistencia conscientes o inconscientes, lo cual puede significar que el proceso de enrraizamiento y reculturización se dará por la modificación, transfiguración y maduración de los usos y costumbres en las nuevas generaciones. 

No mientras la mezcla de lo que ya está y lo que va llegando no terminen por dar origen a los nuevos sellos de la casa. La 'identidad' del conglomerado social no surge por decreto y a veces ni siquiera por voluntad: suele suceder de hechos fortuitos o inesperados, como salidos de la nada. Hechos que irán explotando y convirtiéndose en parte del imaginario colectivo casi sin darnos cuenta.

De todos modos, de aquí somos. Caribe somos.

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