La derrama

Fue como si se me hubiera roto la fuente: supuse que era la señal de que algo más colorido iba a nacer. El simil se desbarató en desconcierto. No nació nada ni apareció nada nuevo que no supiera. Lo que se rompió fue la pluma y no era fuente: se derramó la pinkink. Un monumental embarradero que habré de limpiar algún día con mucho alcohol y los dedos manchados. Arriba. Arrea. La tinta se impregna y luego no se quita; la limpieza no puede tardar toda la vida. ¿Cómo? ¿Así nomas? ¡Pues claro! Si se salió de su cause el fluido de ese color por algo sería. En el mundo no hay casualidades ni coincidencias, mucho menos cuando se trata de tres cosas juntas. Tres cosas sucedieron a la vez y no puedes dejar de ver que todo se armoniza con el más jodido de tus sueños. Así no son mis sueños, no se pintan de pintura cualquiera. Eso es lo que crees, checalos bien. No se esperja el surtidor sino el sortilegio: capaz que si te despiertas a tiempo lo adivinas. Póngase en marcha mi cumbianchero que aquí no las tocan ni pensadas, menos las chiflan. Nada parecido a La Bamba. Arriando la mochila aunque no sea propia: bórrale todas las evidencias y entrega lo que corresponda. Deja apilado lo que pesa y aromatiza el ambiente con las letras: le atizan y que le aticen hasta el fin de las calaveras. Cualquier cosa que se caiga hace ruido pero no retrasa. ¿Qué fue entonces lo que se rompió? Piensa. 

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