La libanesa del Caribe

Cuando manifesté a Latifa mi interés por hurgar en el complejo crisol de orígenes, usos, costumbres y tradiciones de las culturas que van dando cuerpo a la identidad de nuestro Caribe, de inmediato me allegó invaluable información bibliográfica sobre la migración libanesa hacia la península.
Largas y fluidas horas de charla y café siguieron para dar muestra de su satisfacción al rememorar hechos, anécdotas, vínculos familiares e historias sobre sus ancestros, migrantes sistémicos. Procedemos de los fenicios, me decía, con un discreto dejo de altivez mal disimulado; aunque la presunción más atrevida era recalcar la buena manufactura de los 'kibis' en su cocina. 
Los recuerdo como los encuentros más relajados y emotivos que tuvimos, en contraste con el incendiado estallido cuando de vena política se trataba. Ama de casa, bondadosa y con historia, que tornaba en una garra.
Heredera de culturas múltiples, al estilo de la región, Latifa Muza Simón lo exteriorizaba majestuosa: chetumaleña a mucha honra, forjada en el aislado batallar de los años jóvenes; yucateca de sepa y porte, en el concepto más peninsular del término, y libanesa inocultable por los cuatro costados. 
La presencia libanesa en nuestro entorno caribeño es más que evidente, pero también es obvio que su historia tiene un pendiente y estará por escribirse. 
Una orgullosa y fiel representante de su estirpe se ha ido. Antes, supo anidar en la memoria. Para siempre.



Latifa me brindó con generosidad, atención, respeto y confianza, síntomas inequívocos de una amistad sin condiciones. Eso me permite decir que, en efecto, la leona no es como la pintan: si bien es cierto que Latifa Muza Simón era recia defensora de sus puntos de vista, negociadora pero sin transigir en sus convicciones fundamentales, también lo es que privilegiaba las filias emocionales, los vínculos de amistad y el respeto por los demás (incluidos contrincantes políticos y detractores) por encima de las fobias personales. Por eso nunca entendió (ni aceptó) que la confrontación de ideas fuera sustituida por la ofensa y el vituperio transgrediendo los límites de lo público y lo político. Lo saben bien quienes la conocieron desde cualquiera de esas posiciones.
Ama de casa siempre pendientes de los suyos y madre de familia, tan vulnerable como cualquiera, padeció repetidamente esos rebases de línea en su persona y su familia. Quienes se empeñaron en denostar y difamar -sea por voluntad o por encargo-, hoy que ya no está "se quitan el sombrero ante la gran mujer congruente y luchadora". Se les pasó la hora: reconocen una dimensión que nunca alcanzarán y de paso se miden desde la miserable pequeñez de sí mismos. 
Me quedo con la gratitud de una amistad sincera. Siempre tuve la extraña sensación de no alcanzar a compensarle. Se fue sin importarle. 
Comparto un pellizco de recuerdo para honrar la memoria. A la familia, gran abrazo solidario. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Sobre el dinosaurio camaleón

México ante la necesidad de un Nuevo Orden Mundial

No hubo “corcholatas”