La Serie del Caribe necesita un salvavidas

El estadio de beisbol estuvo semi vacío ¡en República Dominicana! La versión 2016 de la Serie del Caribe mostró síntomas de que anda mal en sus entrañas. Los aficionados la desdeñaron. No es cosa menor: si hay algo que se cultiva como entretenimiento masivo en el Caribe hispano es el beisbol (en las Antillas de lengua inglesa, derivadas del colonialismo británico, es nada menos que el cricket, su antecedente directo). Y Dominicana es, además, un venero organizado que lanza con frecuencia nuevos valores a la 'gran carpa' de las Grandes Ligas norteamericanas. ¿Qué pasó ahí?

La abúlica justificación que ha da el presidente de la Confederación de Beisbol Profesional del Caribe, Juan Francisco Puello, es de antología: la ausencia de aficionados se debió a la carencia de transporte, al pesado tráfico de Santo Domingo y a la lejanía de los parqueaderos de vehículos. 

Quédese con la frase cantinflesca: "Lo que puede preocupar en este sentido es que los estadios no es que se han visto vacíos, pero sí con pocos fanáticos. Eso pudiera, de cierta manera, interpretarse de que el fanático no está interesado."

El legendario cronista beisbolero, Juan Vené, no le da vueltas: la Serie del Caribe va en decadencia. "Es un espectáculo periclitado, espichado, decrépito, que hace rato se extingue irremediablemente." ¿Y los responsables, don Juan? ¡Juan Francisco Puello y sus colegas! Veremos...


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Todo ha cambiado, menos la Serie del Caribe! afirma lapidario el cronista mítico del beisbol, Juan Vené: "...el eterno comisionado Juan Puello y los otros empresarios, son nada creativos, vagos de solemnidad y solo buscan los pocos miles de dólares que, sin esfuerzo, les produce el acto fúnebre de cada febrero." La celebridad sabe lo que dice y me desgarra el entusiasmo: la Serie del Caribe ha sido la oportunidad para disfrutar, cada año, del beisbol del más alto nivel en nuestras tierras.

La dejaron caer y ahora los directivos del beisbol caribeño no hayan la cuadratura de la pelota que se les puso caliente: la afición se ausenta de los estadios. El nuevo formato no convence. La competitividad tiene tufo de engaño. 

México, Puerto Rico, República Dominicana y Venezuela dieron entusiasta entrada en 2013 al regreso de Cuba como invitado, con una expectativa que se fue sorpresivamente al pozo: se distorsionó el calendario de la competencia y la calidad va en picada. Nicaragua pide a gritos entrar para nivelar en pares y Panamá solicita llevar el espectáculo a casa. No les hacen caso porque hay directivos que quieren trasladar el negocio, así como esta, ¡a Miami!, como si la solución fuera explotar plazas 'frescas' con más de lo mismo. ¿Fresca Miami? 

Si a esas vamos, mejor que la traigan al Caribe geográfico mexicano. La península de Yucatán, toda, es muy beisbolera. Que alguien levante la mano.


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Contrario a lo que se esperaba, la inclusión de Cuba no significó el relanzamiento de la Serie del Caribe sino que fue el catalizador para precipitar su crisis. Los amateurs de la isla son tan buenos como los mejores profesionales de cualquier parte, se decía en referencia ciega a otros tiempos mejores. 

Falló el cálculo de los promotores y la realidad ha sido distinta: el beisbol nacional cubano se encuentra en su propia deriva, lo cual se evidencia en cada evento internacional que participa. Abona en ese declive la masiva fuga de talentos: 220 jugadores registrados se han ido a buscar suerte al extranjero solo en los dos últimos años.

Involuntaria e irónicamente la puntilla la habría dado la propia Serie del Caribe, realizada hace unos días en República Dominicana, no por el mal resultado deportivo sino por la repentina desaparición, al terminar el cotejo, del niño mimado de Cuba: Yuliesky Gourruel "el mejor pelotero cubano, libra por libra". 

El gobierno cubano ha reaccionado como en los peores tiempos de la Guerra Fría responsabilizando a los 'mercaderes' del beisbol profesional, raspando a la desorganizada Serie del Caribe y hasta a los militares dominicanos. 

Mejor le iría a la Confederación de Beisbol Profesional del Caribe si deja de buscar atajos inútiles, empezando por la renovar a su esclerotizanda directiva.


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Los usos modernos del tiempo libre, entre que se encuentran los espectáculos masivos (conciertos musicales y justas deportivas, por ejemplo) basados en grandes despliegues de publicidad (que a la vez estimulan consumos adicionales) son hoy extraordinarios y lucrativos negocios. Si el capital lo toca, no hay deporte que se salve. Eso le sucedió al beisbol: el deporte torno en espectáculo y este se transformó en gran negocio; el mismo que tiene, en consecuencia, una demanda cada vez más calificada que paga pero exige calidad. Espectáculo-Negocio es la fórmula del éxito (la evidencia esta más acá que cualquier valoración personal).

Eso es lo que no es la Serie del Caribe. Se ha quedado en un negocio cerrado de directivos que descuidan el espectáculo y su difusión internacional por embolsarse las entradas y los contratos pequeños locales. 

De cuando era deporte a cuando se convirtió en negocio. Profesionales contra amateurs. 

Cuba se ha quedado en los tiempos del deporte nacional. El espectáculo se le esfuma porque sus principales actores se han dado a la fuga. 70 peloteros en 2014 y 150 en 2015 han salido de la isla por cualquiera de las vías legales o ilegales. Con 220 jugadores se armarían unos 10 equipos de pelota, ¡toda una liga!

Al agregarlo de regreso a la Serie del Caribe no se valoró esta circunstancia interna. El peor momento para su incorporación. El desorden de su crisis suma al propio desorden de la Serie. 


Referencias: 










 




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