Campañas: el reino de las promesas
El mundo ideal se
hace terrenal para que existan las campañas electorales. Son el momento más
próximo al paraíso; para suspirarlo no hay que esperar al final de los días. Es
cuando todo se puede; los candidatos todo lo pueden. Los que quieren legislar
se comprometen a realizar buen gobierno. Quienes aspiran a gobernar mencionan
las leyes que harán posibles. Es su voluntad en juego, luego los problemas y
las necesidades sociales serán resueltas.
La cauda de promesas
puede ser tan abrumadora que se convierte en una pasta indeterminada difícil de
identificar. Al final de la jornada es prácticamente imposible discernir quien
ofreció qué. A pocos les importa porque la gente cada vez menos se toma en
serio tanta palabrería. Mucho menos la molestia de dar posterior seguimiento y,
eventualmente, reclamar por las ofertas incumplidas. Abusando de esa pasividad
social y de la desmemoria colectiva el cada candidato puede decir lo que cree,
quiere o se le ocurre. El objetivo es dirigir mensajes promocionales con fines
motivacionales que capten la atención y se convierta en votos.
Promesas que en la
mayoría de los casos son un acumulado de lugares comunes que repiten unos y
otros. Ahora se puso de moda montarse la camiseta del "independiente"
o el "ciudadano verdadero" para tomar distancia y diferenciarse despectivamente
de "los políticos de siempre". Sin rubor algunos escupen para arriba
queriendo empujar al político profesional a la zona del descrédito. Aun así, se
dan los casos de los políticos experimentados que escupen para arriba y tiran
la primera piedra: se presentan sin rubor y dispuestos para hacer lo que no
hicieron en su oportunidad como si fuera la continuación generosa de las buenas
acciones que aseguran que cumplieron. Más sincera y creativa es la candidata
sinaloense que circula en las redes ofreciendo a sus posibles votantes:
"Les prometo que no les volveré a fallar". Vuelta de tuerca: el
problema no es ejercitar la política, querer gobernar, aprender a hacerlo
bien y hasta corregir errores, sino traicionar a la gente.
Frente a lo soso de
ver repetido lo mismo es lógico que las campañas se vean con recelo. En muchos
sentidos hacemos como que las atendemos y les creemos pero de plano no lo
pelamos. Hay que ponerles un poco de simpatía y humor. Debiera haber un
reconocimiento social (no necesariamente electoral pero también, ¿Por qué no?)
para quienes presenten las mejores ocurrencias y le quiten lo tedioso y
aburrido.
En esas lides ya
apareció "el Pelón Cervera" custodiado por Batman (estando Bruno
presente, lo cual genera un salto de confusión) para presentar la idea de una
ley fundamental: implementar el Big Brother ciudadano para vigilar desde abajo el
cumplimiento de las acciones y los presupuestos públicos en manos de
gobernantes y funcionarios. Creativa antítesis que pone de cabeza al original Big Brother
orwelliano que vigilaba al revés, desde el poder a los ciudadanos.
Si así como de esas más hubiera, en el reino de las
promesas, el más creativo será rey.
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