Construir ciudadanía
Se acerca el día de
la elección y recrudece la denuncia pública porque se han puesto en marcha las
peores artes de la competencia. La palabra "fraude" contamina el
ambiente como síntoma invertido de lo que debería ser una democracia estable
por confiable. La explicación profunda estriba en que somos una sociedad
orgánicamente débil: por una parte susceptible a la dádiva, la compra del voto
y el acarreo, y por la otra a la parálisis y el ausentismo autocomplaciente con
el cuento de que "todos son iguales", dejando el espacio libre para
la manipulación. La "ciudadanía" como elemento autónomo y activo es
más un deseo que un hecho. Los competidores se ajustan a esta realidad,
reproduciéndola, y establecen sus estrategias para aprovecharla.
La parte de la
sociedad que sí está organizada influye pero aún no determina. Quienes mejor
entienden su función en esta coyuntura se han concentrado en motivar la
asistencia a votar como un acto básico de ciudadanía. Como ejemplo, el exitoso
ejercicio de "Yo elijo votar" ha logrado poner en la misma mesa a
candidatos contendientes.
Pero hay
organizaciones que aún se pierden en el apuro de querer influir en la toma de
decisiones por la vía de comprometerse de manera subordinada con algún partido,
grupo político o líder debilitando la autoridad que debe mantener la sociedad
frente al poder desde una condición de autonomía. Así vemos a Organizaciones de
la Sociedad Civil enarbolando alguna bandera que termina siendo el sello que
suele marcarlas en su propia contra.
Terminan quedando
como furgón de cola del tren de la suerte: con suerte y gana el candidato al
que se le apuesta y con más suerte les cumple las promesas estando en el poder.
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