Encuestas que engañan
Es muy difícil
vaticinar el resultado de una elección mediante encuestas y consultas de
opinión en condiciones como las de Quintana Roo. Después de un estado de
vigilancia obsesiva y presión
autoritaria donde decir lo que se piensa es causa de censura y represión, la
gente duda dos veces antes de animarse a decir su verdad. Por precaución se la
guarda y espera la oportunidad para hacerse sentir. Esa ocasión habrá de llegar
el 5 de junio sin tener que decir demasiadas palabras. Así que, lo que no hay
que dudar ni un momento es acudir a votar.
La humillación a la
sociedad tiene fugas de desquite temporal en las elecciones, a pesar de
amenazas, mañas, acarreos, asesores invencibles y carretadas de dinero. Lo
puedo asegurar, no por ilusión o deseo sino porque ha sucedido antes. Hay
gobernantes del microcosmos estatal y municipal que no han aprendido esta
lección cuando se empeñan en lastimar la dignidad de sus gobernados, que se
doblan pero no se quiebran. Más que medición cuantitativa es una percepción
cualitativa que se siente en la carga densa y sorda del ambiente.
Por eso, la guerrita
de encuestas -aunque se arropen con prensa nacional- pasa a ser un factor
secundario. No serán influencia para motivar cambios en las decisiones tomadas
ya por la ciudadanía en su fuero interno.
La tendencia está a favor del cambio. Sin duda.
Apenas la semana
pasada un par de encuestas que circulaban entre manos priistas coincidían en la
marcada ventaja de los candidatos de la alianza PAN-PRD sobre los de la alianza
PRI-Verde-Panal -de manera notoria la de Carlos Joaquín sobre Mauricio Góngora-, con datos que se antojaban difícilmente reversibles. No se atrevieron a
publicitarlas por razones obvias. Sin embargo ahora difunden profusamente los
mismos números pero con las preferencias al revés. Quien se los crea.
Parece una
estrategia para preparar la justificación postelectoral de desconocer los
resultados que les serán a todas luces adversos. Parece que ya no les alcanza a
pesar de su tardío vuelco de redoblar la difusión de la imagen de sus
candidatos en las calles y en los medios, acompañada por la desesperada talacha
"en tierra" para neutralizar votos comprando retención de
credenciales de elector, sobornando a líderes territoriales para que cambien de
bando y endulzando los oídos de dirigentes partidistas de oposición con
promesas de bolsas retacaditas de dinero ahora y otras prebendas cuando se
obtenga el resultado. No faltará quien caiga.
Sobre cálculos y listas en mano,
el voto "movilizable" se está peleando con los dientes. El resultado
final está en manos del inmensurable social, libre y convencido, que está al
asecho. Si no lo quieren ver, es otra cosa.
Los intentos
desesperados para distorsionar de manera forzada y artificial la tendencia
general serán dañinos y muy costosos económica y socialmente. El punto extremo
es "perder sin que nos ganen", es decir, reventar la elección para
invalidarla. Quienes están empecinados en atreverse, mejor que se lo ahorre.
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