¡Peligro, niños trabajando!

El que fuimos, los que tenemos, lo que quisiéramos que fueran y todas las ocurrencias infantiles son buenas para festejar el Día del Niño. Una jornada después estamos conmemorando (cada vez menos) el Día Internacional del Trabajo, con todo y sus bemoles. Luego tenemos, pasándonos todos los días a ciegas frente a los ojos, la nefasta combinación de ambas cosas: niños trabajando.

Denme los datos que quieran, de la institución pública o privada que quieran, para ponerle cuadratura estadística. Por ejemplo:
La tasa general de inasistencia escolar de niños y niñas entre 5 y 17 años en México está cerca del 7%. Sin embargo, entre aquellos que están trabajando, la tasa de abandono escolar se eleva casi al 36%, cinco veces más que el promedio. Aproximadamente una cuarta parte de ellos laboran una jornada completa, equivalente a 35 horas o más a la semana.
El hecho es que en nuestro país abundan y la región caribe no es la excepción (Ver aquí mismo la excelente nota del pasado sábado de Jazmín Ramos). Niñez perdida, en efecto, no se vale. (También lo dijo Niza Puerto el domingo).






Entre tantos festejos pude compartir el generoso esfuerzo para hacer pasar un buen momento a niños de escasos recursos y en condiciones difíciles, por parte de instituciones civiles organizadas (religiosas incluidas) así como públicas (Policía Federal y Gendarmería). La ocasión era para festinar, ayudar a prevenir y acercar a las instancias de seguridad con los infantes. Intento voluntarioso con muy buenos ánimos, que se agradecen.







El mapa del trabajo infantil coincide en gran medida con el mapa de la pobreza. Entonces, si nos ponemos clásicos, tenemos que decir que las condiciones materiales seguirán condicionando a la conciencia. Por eso mientras los adultos no tengan un trabajo digno y remunerador seguiremos en las mismas.


El trabajo no es cosa de niños y el trabajo infantil no es destino.

En alineación con la campaña “Diez por la infancia” de UNICEF, se podría formular el siguiente “Decálogo para erradicar el trabajo infantil en México”:
1. Trabajo decente: La estrategia más importante es sin duda la generación de alternativas de ingreso para los padres y madres, para que no recurran a la mano de obra de sus hijos para asegurar la sobrevivencia de la familia.
2. Educación de calidad: El acceso efectivo a una educación de calidad, incluyendo ayudas de transporte; becas escolares para las familias más pobres; mejoramiento de la infraestructura; contenidos relevantes para el futuro de los niños y niñas; y métodos de enseñanza apropiados para cada edad.
3. Protección social: La OIT sostiene que para romper el círculo vicioso del trabajo infantil y la pobreza resulta necesario construir pisos de protección social que protejan a todas las personas de las familias en situación de vulnerabilidad y riesgo de trabajo infantilVIII. Esto implica acceso a programas de transferencias en efectivo y en especie como “Prospera”; acceso gratuito a servicios de salud y atención médica para familias de escasos recursos; prestaciones de maternidad; protección social para personas con discapacidad; seguros de desempleo; y sobre todo acceso a una pensión digna.
4. Combatir la tolerancia social: Para romper con el mito de que el trabajo infantil no haga daño, es importante lanzar campañas que informen objetivamente sobre los riesgos y señalen alternativas. La campaña “México libre de trabajo infantil” es un buen ejemploIX. El combate al trabajo infantil no debe agotarse en foros, eventos y otras acciones puntuales de gran visibilidad. El trabajo infantil es un reto estructural que requiere también –y sobre todo– una visión conjunta y estratégica de todos los actores que tenga como horizonte el mediano y largo plazo.
5. Decisiones informadas: Es importante que quienes tomen decisiones cuenten con bases de datos y líneas base, información estadística relevante y evidencia empírica sobre modelos de intervención exitosos. El “Módulo de Trabajo Infantil” de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) que el INEGI y la Secretaría del Trabajo levantan cada dos años proporciona una riqueza enorme de datos sobre el fenómeno; sin embargo, esta fuente está todavía subexplotada para definir y desarrollar intervenciones estratégicas de política pública o acciones prioritarias de la sociedad civil.
6. Cumplimiento de la ley: Si bien no hay que criminalizar a los padres que involucren a sus hijos al trabajo, sí es necesario reorientar y sancionar a quienes abusen de la mano de obra infantil en una relación comercial. Para ello, es preciso fortalecer mecanismos como la inspección de trabajo, auditoria social e incluso denuncia pena.
7. Estrategias y acciones coordinadas: Ninguna institución, por más voluntad o presupuesto que pueda aportar, por sí sola estará en condiciones de generar las alternativas necesarias al trabajo infantil. Se requiere de una articulación de las intervenciones laborales, sociales, educativas y económicas y la participación de la STPS, del DIF, de la SEP, de la Secretaría de Economía, de la SEDESOL; de la coordinación con programas con los estados; y de la convocatoria y activa participación de las organizaciones de empleadores y trabajadores, como mínimo.
8. Priorizar peores formas: Es necesario concentrar los esfuerzos y recursos en un inicio en la eliminación inmediata de las peores formas de explotación, con base en calendarios y metas concretas.
9. Enfoque en grupos vulnerables: Los niños, las niñas y las y los adolescentes de madres solteras, de trabajadores migrantes, de pueblos indígenas; las niñas en trabajo doméstico; y los que viven en zonas de alta incidencia del crimen organizado merecen especial atención e intervenciones específicas.
10. Articulación regional y global: La vinculación con la Iniciativa Regional para una América Libre de Trabajo Infantil, con el Día Mundial contra el Trabajo Infantil (este año con el lema de erradicarlo en las cadenas de valor) y con la Agenda 2030 fortalecen el sentido y el impacto de las actividades locales y nacionales. Las niñas y los niños tienen el derecho a una vida saludable, feliz y productiva. Cuando los padres reciban un salario suficiente para mantener a sus familias; cuando los niños reciban una educación de calidad; cuando las familias gozan de una protección social efectiva contra las adversidades de la vida; y cuando la sociedad en su conjunto proteja sus derechos, México paulatinamente se puede convertir en un país libre de trabajo infantil.

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