De pelos amarillos


Nos echan al agua -de río o del mar- por necesidad, pero también con la esperanza de alcanzar el sueño civilizado que nos ponen como modelo, como zanahoria, pero que sus propias políticas y economías niegan para la mayoría de los pueblos con altísimos índices de desigualdad. Para muchos de los nuestros o para nosotros mismos, migrar es la posibilidad de mejorar.

Alrededor de ese fenómeno masivo se amasan teorías internacionales sobre la diversidad cultural, su interacción entre ellas y la inevitabilidad de un mundo globalizado. Y luego, de la manera más vulgar, nos pegan con las fronteras en las narices.

Quienes logran colarse, (asumiendo despojos y humillaciones) hoy están viendo caer desde un cielo de soberbia nacionalista a un par de xenófobos personajes, con los pelos amarillos, que anuncian tiempos difíciles. 

La democracia tiene sus riesgos, está más que visto en la historia, y los británicos se han comprado uno, por voluntad mayoritaria, que le endosan al resto del mundo. La decisión de salir de la Unión Europea (el llamado Brexit) no me parece un problema en sí mismo, sino que lo hacen de la mano de los grupos y potentados nacionalistas y racistas mas radicales. Donald Trump se movió raudo a felicitar personalmente a sus congéneres de la gran isla porque sabe que ese ejemplo puede cundir en los países desarrollados. Y, desde luego, le puede favorecer en las próximas elecciones presidenciales norteamericanas. Por muchas, pero sobre todo por esa razón, debemos ver con atención desde México estos acontecimientos. Trump hasta se parece físicamente a su homólogo británico Boris Johnson.

Como buen deseo, uno quisiera creer que los pueblos aprenden de su propia historia, pero a veces parece que, por el contrario, es más fiel a la realidad la frase aquella que "tienden a reproducirla… en condición de tragedia". Lo peligroso es que la tragedia nacionalista que ya se vivió fue la peor calamidad humana de la era moderna. Que, por cierto, sobre los británicos se sebo de manera especialmente cruel.

No queda más que advertir como lo hiciera el poeta Bertolt Brecht, aunque dicen que el siguiente pensamiento no es de él, pero eso ahora no importa. Vale lo que dice.

"Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada".

Nadie, pues, debe callar y menos hacerse de la vista gorda porque crea que esa locura no nos habrá de alcanzar.








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