La impunidad frente al cambio
De ese tamaño ha
sido la afrenta sufrida para que la tranquila y aparentemente pasiva y abúlica
sociedad chetumaleña reaccione de manera tan decidida. Porque se podrá decir
que llegaron gentes de afuera a armar el desorden (y a veces eso parece por
aquello de que a algunos que sí están de visita les encanta lucirse de foto,
video y face como los grandes líderes) pero el hecho es que las movilizaciones
para confrontar en el Congreso del Estado a los "diputados traidores"
es indudablemente de gente de la localidad. Primero votaron
abrumadoramente en contra del PRI (lo que redundó favorable al cambio),
cuidaron los votos pegados a las casillas electorales y ahora esto.
El dolor provocado es muy grande, señor gobierno. Aparenta que no lo ve cuando es uno de sus principales logros: unir a la gran mayoría social en su contra. ¿Dónde están todos aquellos que supuestamente lo apoyaban y aplaudían por voluntad? No ha querido acusar recibo de que hay un antes y un después.
El dolor provocado es muy grande, señor gobierno. Aparenta que no lo ve cuando es uno de sus principales logros: unir a la gran mayoría social en su contra. ¿Dónde están todos aquellos que supuestamente lo apoyaban y aplaudían por voluntad? No ha querido acusar recibo de que hay un antes y un después.
Puedo asegurar que
el costo de la crítica que el gobierno y su partido tendrían que pagar por
hacer la travesura de modificar las leyes para "blindarse" frente al
ajuste de cuentas que el pueblo exige y que se ve venir, lo calcularon muy por
debajo de lo que resultó. No se esperaban semejante reacción frente a lo que
luce como un acto de miedosa arbitrariedad autoritaria disfrazada de legalidad.
Aunque la legalicen no los legitima. Pero eso ahorita es lo que menos le
importa.
Porque también hay
que decir que el PRI y sus aliados no se van a parar, por unos gritos y
pedradas, para cubrir al gobierno saliente. En la medida en que puedan soportar
la presión de estos días, el daño que reciban será muy menor, sin importarles
nada a estas alturas, con relación a lo que puede significarles la llegada de
un gobierno cumpliendo sus compromisos de campaña en cuanto a la revisión de
cuentas y los ajustes por corrupción. Forzar la modificación normativa para
protegerse, para ponerse el zapato antes de espinarse, busca llevarlos, en el
peor de sus casos, a motivar una negociación favorable y directa con el gobierno
entrante que asegure su impunidad.
Negociación que, se
deduce, ahora no existe. No hay negociación para la transición y sus actos
desesperados reflejan que tampoco hay cobertura que los ampare desde instancias
federales. Ni siquiera tienen dirigente nacional del PRI. A Félix González y a Roberto
Borge los han dejado solos desde el poder central. Es evidente y seguro que el
más vulnerable es el segundo.
Sin embargo, no
descarto que la estrategia de resistencia les funcione a pesar de la presión social y del enojo de sus oponentes; el de todos nosotros. Por un
lado, debido a los candados que ahora puedan imponer al nivel de cerrojo local
y que la próxima legislatura, por su composición plural, no pueda deshacer. Pero
sobre todo, e irónicamente, por el contexto nacional. El PRI tratara de
resistir para que no caigan las cabezas que la gente ofendida reclama de
varios gobernadores que están por salir. Si se mantiene la presión tan incisiva,
probablemente caerá uno o si acaso dos, pero no más, y eso será en calidad de
chivos expiatorios, negociados con los partidos contendientes, pero no por
incriminados ante una justicia justa, imparcial y neutra. En esa tesitura, el que mejor se defienda se salva.
Ante una
circunstancia como esa, ¿va a aceptar Carlos Joaquín la eventual
condescendencia del PAN con el PRI? Tal vez hasta la del PRD, aunque no tiene
mucho para canjear. De aceptarlo o imponérsele, Carlos tendría que conformarse con el ajuste de segundas piezas. Pero eso, volviendo al principio,
sería la absoluta degradación de la esperanza política ciudadana que se la ha
jugado a fondo porque no quiere más de lo mismo. Va mucho más allá de un asunto
judicial. Es la credibilidad y la confianza.
Tema delicado que el
próximo gobierno tendrá que resolver con mucha decisión, sabiduría, fortaleza y, sobre
todo, con intenso ejercicio de la política.
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