Al botepronto
Conclusión
definitiva al botepronto: ninguna. O tal vez una: que ya hay un equipo de apoyo
al próximo gobernador para recibir del saliente los arreos de la administración
que la población puso a su cargo. Nada más. Cualquier otra cosa son meras
especulaciones en grado de ociosidad.
Primero hay que
esperar para estar seguros de si realmente habrá entrega. En caso de ser,
veremos de qué tamaño y detalle. Las hostilidades del gobernador Borge y las
amenazas públicas que penden sobre su cabeza pudieran provocar una especie de
simulacro en el que lo recibido sea paja en los cajones de los escritorios
aunque sobre la superficie estén los clips y las engrapadoras. No estarían
inventando el hilo negro; cada vez son más los casos que se conocen en el país
en los que la tal entrega-recepción es un juego de manos, cuando no de
vencidas, en el que al final solo prevalece la cortina de humo. Borrón y cuenta
nueva, lo preocupante es lo que sigue.
Al presentar a su equipo de recepción el gobernador electo, Carlos Joaquín, ha dicho claramente
que no están todos los que son ni son todos los que están. Los más acuciosos
aseguran que solamente va a servir para medir las reacciones de todo tipo. El
gabinete de gobierno tiene otra hora. Todo a su momento. Lo cual quiere decir,
a mi entender, que no es tiempo para las apuestas sobre los que serán los
nuevos dueños de la nómina sino de conservar el enfoque en los que tienen que
despedirla… o podrán mantenerla.
Es decir, ¿habrá
puntual ajuste y castigo por todo lo que ya está documentado más lo que se
presume o tendrá éxito la estrategia que se ha puesto en marcha desde el
gobierno para ceder humildemente en lo secundario a cambio de conservar lo
importante, cabeza incluida?
No puede haber en
este momento mejor concesión que la que se brinde por distracción especulativa,
por congraciarse con los enlistados o por mostrarles la desavenencia. Como si
lo pasado, pasado. ¿Pasó la tormenta?
Porque eso sí: la
expectativa de cambio drástico generada ha sido tan grande que se atisba en el
ambiente un aroma de posible contradicción entre lo que se ve venir y lo que el
respetable espera.
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