Corrupción somos
El dato es algo más
que decepcionante; demoledor para los espíritus voluntariosos que se empeñan en
querer cambiar las cosas desde la raíz. Según encuesta recién publicada, para
el ciudadano mexicano común el soborno que entrega como "mordida" para
hacerse la vida más ligera no es un acto de corrupción sino de astucia y de
ingenio. Hasta ponerle un "diablito" a la toma de luz es puritita
audacia.
En el ver popular
los corruptos son los otros, los de corbata; los burócratas que manejan los
recursos públicos y se los apropian para su beneficio. Por su parte, los otros
entes de corbata, los empresarios, también piensan que los sobornos que les
toca entregar para hacerse la vida administrativa más amigable son parte de un
mal inevitable, en una condición que no controlan, y los incorporan a sus
costos adicionales como un impuesto irregular aunque permanente. Lo llamen de
manera menos coloquial que "mordida" y más elegantes con el eufemismo
de "pagos de facilitación".
El grado de
justificación parece inversamente proporcional al tamaño del problema por
resolver, porque simplemente no se identifica y reconoce como tal. Lo
sarcástico del asunto es que todos los análisis serios sobre la condición
nacional, vista desde adentro y afuera, reconocen en la corrupción como el gran
atolladero que impide el desarrollo del país.
Estamos por debajo de la línea de flotación.
Si lo dicho por la encuesta es un sentir mayoritario, hay años luz de distancia
para resolver el mal endémico nacional sin instrumentos sociales,
institucionales y legales útiles para combatirla. Los datos se pueden encontrar
en la página web del grupo Opciona
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