Cuidar el destino

Para una sociedad como la quintanarroense, especialmente en Cancún y la llamada Riviera Maya no es fácil establecer la frontera entre cuidar el destino ajeno y el propio. Como otras zonas del mundo, la región se asume, según el argot, como un "destino" turístico. Un punto de llegada temporal para cientos de miles de visitantes que establecen de manera muy breve su estancia para disfrutar de las ventajas turísticas que ofrece el lugar. Para que ello sea posible hay que mantener en óptimas condiciones los espacios físicos naturales, las instalaciones y las actitudes. Ofrecer certidumbre, calidad y seguridad son factores de los cuales depende que el destino turístico, prevalezca y crezca como un ofertante de empleo y de ingresos para quienes en él radican.

Y ese es el otro destino: el de quienes arriban buscando oportunidades (que en muchos casos no obtienen en sus lugares de origen) y terminan por arraigarse y echar raíces con todo y familia, que aquí construyen o que los vienen siguiendo. Para ellos este destino tiene múltiples significados, pero el fundamental es el de obtener una vida digna y en paz.

Lamentablemente el destino está viviendo una serie de desequilibrios sociales que se manifiestan en altos índices de embarazos juveniles, madres solteras, niños abandonados, drogadicción juvenil, circulación de enervantes, suicidios, fraudes y una creciente inseguridad por razones de robos y actos de violencia en calles y viviendas. No es solo que sucede como en cualquier otro lado, sino que los niveles rebasan la media. Los hechos mismos y las cifras se dan a conocer en los medios de comunicación, de vez en vez, con la alta necesidad de que trasciendan poco y rápidamente pasen a olvido.

A eso me refiero con la frontera entre un destino y el otro, porque incluso cuando grupos de la sociedad reaccionan para tratar de poner freno la exigencia se atenúa y diluye con el argumento, justo, de que "hay que cuidar el destino".

En ese sentido llama poderosamente la atención el lenguaje utilizado este fin de semana por el más importante ministro de culto católico en la localidad, obispo Pedro Pablo Elizondo quien manifiesta su preocupación por la descomposición social que se vive actualmente, "donde la violencia intrafamiliar y los asesinatos derivados de este fenómeno van a la alza." Es voz que pesa y trasciende. Los hechos críticos ahí están y no desaparecen porque se les minimice o se oculten. Más cuidado estaría el destino con políticas públicas y acciones sociales que por lo menos los reduzcan.






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