Vida etérea


¿y si les dijera que Lady 100 pesos da autógrafos?


México obtuvo 35 puntos, en una escala que va de cero (altos niveles de corrupción) a 100 (bajos niveles de corrupción); según el Índice, la corrupción es un obstáculo para el acceso a servicios elementales.

Una encuesta elaborada por la organización Opciona reveló que cuando a los mexicanos se les pregunta si dar mordida o robarse la luz es un acto de corrupción, responden que no; dicen que eso es tener “astucia”, “audacia” e “ingenio”.




Dudo un rato en responderme si vale la pena. No logro. Sin una conclusión el impulso apresta:

Si el carácter de una sociedad es mensurable que este par de datos sirvan de indicadores para tener claro de quién estamos hablando cuando nos referimos a la mexicana. Nada que no sepamos, se dirá. Nada que quisiéramos que así fuera, diría.
Cuando me viene a la mente (cada vez con más frecuencia) la frase de la escritora Guadalupe Pacheco, esa de que "aquí nos tocó vivir" la cargo con la pesadez de una fatalidad. No creo que en su intención estuviera el conformismo pero al final eso parece: esto somos y qué le vamos a hacer.

En primos tiempos escolares de aquellos años setentas en los que la palabra revolución retumbaba en cada salida o puesta de sol, era difícil bajar la guardia y aceptar como irremediable que así han sido las cosas y no habrían de cambiar. Sin embargo, había quienes con un realismo despreocupado no iban más allá de eso: así han sido las cosas y serán. Punto. Pinches conformistas, me exasperan. Así menos vamos a cambiar a este mundo de mierda.

Los había también con un practicismo cínico de reconocer la circunstancia y pretender aprovecharse lo más posible de ella. Que se chinguen los jodidos y los que se apendejen. Contra tal contundencia no había letanía que sirviera. Ni que se antojara. Iban a ser irremediables reclutas del nebulosos enemigo a vencer.

Y los habíamos soñadores y entusiasmados con el cambio posible si lo hacíamos posible. Ilusos e ingenuos para unos; arriesgados y aventureros para otros.

Al paso del tiempo es difícil evaluar. ¿Quién tenía la razón? Al ver los datos anteriores se puede decir sin dudar que los primeros. Al ver los cambios de lo que ha podido mejorar habrá sido gracias al esfuerzo de los segundos. Podrá servir para justificar incluso vidas cortadas de tajo antes de tiempo.

Pero el balance general no da pie para el optimismo. Parece que en los temas fundamentales que tienen que ver con una sociedad más civilizada (para no hablar ni de lejos de igualitaria) la batalla se ha perdido, no sólo para esa generación que empieza a pisar la salida sino para la que ahora se está haciendo cargo de la vida pública. Y no sé si después.

Me estoy refiriendo a un lapso de tiempo en el que la población se ha más que duplicado en el planeta y en el país. Para este último, 53 millones en 1970 contra 121 millones al final de 2015. Relación de 1:2.28 en el mismo espacio después de 45 años.

Más desiguales que nunca en la era moderna. Socialmente descompuestos. Funcionales obligados a un sistema de sobrevivencia con una ilegalidad sostenida bajo un manto de legalidad corrompida por la ley del más fuerte y, peor aún, por la voluntad de un pueblo que se siente más astuto que quien lo domina.

¡Ah! Porque aquí los únicos corruptos son los del gobierno que se roban el dinero cada vez más a lo descarado sin que les pase nada. Antes era que roben pero que repartan. Que roben pero que algo dejen. Que roben pero que sea poquito. Ahora todo es  impune. Frente a esa fatalidad el mexicano astuto la libra pagando sobornos al burócrata y al policía y el empresario al funcionario y al político de rango: unos le llaman coloquial "mordida" y los otros le ponen estilo presupuestal como  "pagos de facilitación".

¿Cómo suponer con esa mentalidad colonial y cortesana un estado de derecho parejo para todos? 


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