Izquierda tropical


Después de una elección que presenta un panorama político nuevo para la entidad, ¿qué sigue para la izquierda?

Realizar un trabajo combinado, digo yo, que por una parte realice la revisión detalla de los resultados para reconocer, en un balance objetivo, fortalezas y debilidades rumbo a las inmediatas elecciones federales-locales ya en puerta para 2018 y, por la otra, presente propuestas de políticas públicas viables con orientación social (y cuadros políticos capaces de llevarlas a cabo) para colaborar a dar contenido a un nuevo gobierno que se ayudó a llegar. Ambas tareas están íntimamente relacionadas sin que ello signifique que una deberá estar subordinada o superpuesta sobre la otra. Tarea que, al final de cuentas, no puede ser obra de un individuo, un grupo, una corriente política o un solo partido. El corte que puede darle un renovado perfil a la izquierda debe diseccionarse con un filo colectivo.

Después de los resultados electorales fraccionados y magros que obtuvieron las izquierdas quintanarroenses en las elecciones federales de 2015 y el aporte también parcializado, confrontado y minoritario que sumó en el resultado de 2016 se podría concluir en la necesidad de hacer un alto reflexivo para pensar seriamente en realizar una reorganización que pueda significar el reencuentro para el lanzamiento de una nueva convocatoria convincente hacia la sociedad. Sin embargo, el PRD y Morena parecen empeñados en disputarse una parcela electoral que decrece, mientras que la derrota parcial del PRI (pero muy importante por haber perdido la gubernatura) invita al fortalecimiento del PAN que se presenta con menos cuarteaduras y más homogeneidad visible ante la nueva circunstancia. El propio equipo eje del nuevo gobierno estatal, distanciado del PRI, tendrá que ir tomando decisiones políticas frente al nuevo y rápido desafío que presenta la elección federal de 2018.

Por el origen en un divorcio, el distanciamiento Morena-PRD no tiene visos de solución a menos que un giro nacional, mutuamente concedido, ofrezca las posibilidades de un acuerdo o alianza electoral que al día de hoy no pinta en el horizonte. Con posiciones contrapuestas en la reciente elección local, en contra y a favor, las posibilidades de cada uno serán distintas dependiendo del tipo de relación que establezcan con el nuevo gobierno y del mensaje que envíen a la sociedad. Al formar parte de la coalición ganadora de la gubernatura, el PRD se colocó en una situación que pudiera ser ventajosa.

Aun así, el PRD no está para batir las campanas a repique. El resultado obtenido se puede ver, por lo menos, desde dos perspectivas:

La primera, la candidatura de Carlos Joaquín fue la tabla de salvación ante una tendencia de franca picada electoral que lo llevaba hacia el rincón abismal de partido miniatura. La alianza con el PAN formó la otra pieza amortiguadora. La tendencia decadente se detuvo sin que haya recuperado los índices anteriores de respaldo electoral ni que necesariamente signifique el inicio de un repunte consistente. Eso estará por verse. Mantenerse participando en coaliciones electorales (priorizadas con el PAN) enmascara la realidad profunda de esta franja de la izquierda. Es difícil suponer que el PRD soportaría de manera competitiva la siguiente elección presentándose solo y con candidatos propios a la contienda.

La segunda, Carlos Joaquín ganó gracias a los votos perredistas que marcaron la diferencia. Sin ellos no sería nada. La versión se le escucha a los más activos acechantes de espacios en el próximo gobierno del cual no sólo se ven parte sino que reparten. Les indigna, en calidad de traición, cualquier sospecha de que no vayan a ser retribuidos en la dimensión merecida por el aporte electoral otorgado.

Puede comprenderse que dependiendo del enfoque que se tenga, dependerá la estrategia y la acción política que desde el PRD se despliegue para la siguiente etapa. Por lo que he podido palpar, predomina la segunda: los perredistas más conspicuos pretenden revitalizar desde las posiciones, los recursos y las relaciones que se obtengan al "posicionar" desde el gobierno.

Algunos personajes ligados, provenientes o pertenecientes al PRD han propuesto recientemente la iniciativa de reagrupar a la militancia y activismo de la izquierda, más allá del tinte o la filia partidaria del momento para precisar un perfil común de propuestas políticas e iniciativas de gobierno para que se delimite con claridad, como mencioné al principio, el corte del perfil. Se dice que al margen de la autoridad del gobierno. El asunto es que la iniciativa va estampada, queriendo y también, con el objetivo de hacerse de la conducción formal del PRD. En resumen, es una invitación al reagrupamiento partidario para conquistarlo y contar con la interlocución política con el gobierno al cual se ayudó a llegar.

Minucias aparte, mi opinión ha sido y es que si el PRD quiere recomponer su condición tendría que empezar por combinar tres acciones:

  • Presentar de manera clara y profusa a la ciudadanía los ejes y contenidos básicos de sus propuestas para que el próximo gobierno sea exitoso y socialmente útil.
  • Convocar de manera amplia a la reflexión sobre el futuro de la izquierda y a la incorporación a sus filas a exmilitantes, a quienes rompieron con el PRI, a los activistas sociales que se sumaron al cambio y a la ciudadanía que ha despertado expectante con la política.
  • Como un acto ejemplar, resolver de manera consensada los procedimientos internos de sustitución de directivas provisionales, en el entendido que, en la coyuntura, mandar la señal de madurez política desde adentro es invitar al acuerdo y al compromiso hacia afuera. Esto último no significa ahogar las diferencias ni obviar las disputas por posiciones sino procesarlas en esta etapa de la manera más útil para toda la izquierda.

Lamentablemente los acontecimientos se siguen enrrutando por la vereda de la distracción, del conflicto y de la falta de conducción política transparente y creíble. Para ser fiel a su naturaleza. La discusión interna, que es pública, sobre el desistimiento del PRD de la impugnación que cuestiona la elección de la Presidencia Municipal de Cancún se da en el marco de la obligada sustitución provisional del presidente estatal que deberá suceder en fecha muy próxima. El peor de los escenarios. El peor de los mensajes. Las peores sospechas. La obvia ruptura, a golpe de mesa, que desmadeja una posibilidad organizada a cambio de obtener cada quien las ventajas personales que le ocupan.

En esas condiciones no hay remedio. La franja de la izquierda que tiene, una vez más, la posibilidad de contribuir para gobernar, se puede ahorrar las arengas con que pontifica por un futuro luminoso. No se puede gobernar ni a sí misma.

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