De repente

De repente todo el bullicio de las voces empezó a poblar los rincones extremos de la sala de espera. La música en el ambiente atolondra pero se ha vuelto parte asimilable de la morada. El bullicio es otra cosa. Ataca. Maldice. Grita y llora. 
De repente dejó de existir la posibilidad de olfatear a luz los claros de las vidrieras. El tono oscuro de la gente se apila para obstruir la mirada. Son entes que deambulan sin importancia dándose la importancia que cada cual piensa que se merece aunque no lo piensen. 
De repente se acabo la espera aunque no haya llegado la hora. La militancia asesina por comer una torta tras otra disminuye la placidez del café en aroma. Todas las entidades en movimiento buscan algo que hacer para satisfacer la necesidad de no sentir que su alma está sola. 
De repente la lectura se devanece. Timbra la falta primaria de atención por poner la ilusión en adivinar lo que el vendaval compra a mansalva. Las tiendas de conveniencia. Cuando me pregunto a quién es a quien convienen nada más atino a observar la vehemencia con la que los ambulantes se arriman por algo que llevar, lo que sea que fuere.
De repente tengo que aceptar que habré de cambiar de vuelo. El sonido ambiental anuncia que el de la imaginación ha sido suspendido hasta nuevo aviso. 

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