El resbalón de Paty



No por mucho madrugar se apoya a la propia causa. Ni a la que se dice compartir. La diputada federal Patricia Sánchez se resbaló con sus ansias futuristas y trató de meter, en el momento más inoportuno, al gobernador Carlos Joaquín (y a todos sus aliados) en la prematura disputa panista por la candidatura presidencial para el 2018. Fuera de lugar.

Pero sobre todo fuera de tiempo y de formas porque lo hace apuntando la crítica hacia adentro con los mismos argumentos maliciosos de quienes toman su retirada tratando de salir impunes, con alegatos distractores y cortinas de humo, después de que dejaron al estado saqueado y con un tiradero infame. Por decir lo menos.

Más que imprudente, prestarse a ese juego público (voluntariamente o no) es un acto irresponsable viniendo de alguien que sabe que en política el "momento" es tan importante como los hechos mismos. Lo sorpresivo del hecho hizo decir al gobernador que era una reacción por los intereses que se están afectando con el cambio y eso es lo más delicado de este desencuentro. 

Los grupos de interés que están siendo desplazados cubren su huida con una compleja y costosa estrategia mediática que va desde gritar "al ladrón" señalando hacia los recién llegados, hasta desviar la atención con señalamiento distractores sobre la personalidad, vida y milagros de los mismos o con cualquier otro tipo de nimiedades llamativas. Explotan a su favor lo ya sabido: en un proceso de cambio drástico, con aliados múltiples, cada quien aspira a lo que supone éste debe ser y a la hora de los hechos inevitablemente surgen decepciones. Cuentan para esa tarea con la complicidad (nuevamente, voluntaria o no) de los inconformes más arrebatados con las decisiones inmediatas y con la labor de zapa de viejas lealtades y de algunos infiltrados, orejas y soplones que nunca faltan.

Para desmontar esta estrategia se requiere una acción comunicadora de mayor magnitud en sentido inverso (que ya va siendo necesaria) pero sobre todo que el nuevo gobierno se asiente, logre sus primeros resultados y se atreva a realizar los ajustes necesarios en el camino. Estamos en el inicio de esa etapa, de por sí turbulenta como todo despegue. Cualquier intento de saltarla con atajos de interés político o personal no sólo la altera y retrasa sino que la distorsiona. 

Ello no significa que deba instaurarse la unidad silenciosa y a toda costa en torno al nuevo gobierno acallando la opinión libre, la crítica, la propuesta y el señalamiento de los eventuales errores. Para nada. Sería un desacierto peor. En todo caso, la lección de estos hechos nos dice que conviene formar en torno al nuevo gobierno un espacio multilateral de encuentro, reflexión, discusión y análisis para acompañar la ruta de consolidación del ejercicio de gobierno, independientemente (y antes) de las contiendas electorales que se vislumbran hacia el futuro próximo. Un espacio en dónde las cosas se digan con amplitud y las decisiones se tomen por quien corresponda. Hay que evitar, con voluntad política, que el cambio prometido aborte.

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