En riesgo el Pacto Federal
El Estado Mexicano esta pasmado. Padece de esclerosis múltiple. No reacciona frente al cambio internacional evidente que viene del norte y cuyo efecto directo puede ser aplastante. El jefe de estado se limita a declarar que los desafíos se habrán de enfrentar con el diálogo y la negociación. Como si no hubieran llegado. Como si fuera una eventualidad a futuro. Balbuceante, la cansilleria mexicana lanzó un programa de 11 acciones para tratar de defender a los connacionales en Estados Unidos. Aislado y tardío dicen los legisladores que tampoco atinan a sugerir o a hacer algo mejor. Bien dice la prensa que más han conseguido en favor de nuestros paisanos los alcaldes de ciudades como Nueva York, Chicago y California que las instituciones mexicanas.
Cuando se dio a conocer la reunión que celebró la Asamblea Nacional de Gobernadores el pasado viernes 18 de noviembre pareció el momento adecuado para atrincherar a las instituciones del Estado y hacer patente ante el mundo un sólido mensaje de unidad nacional y de defensa internacional. Un llamado de cohesión. Eso pareció en primera instancia, pero a la mera hora quedo a deber.
La "Declaración de Oaxaca" es una tibia improvisación que reafirma que se mantendrá el acuerdo interno que ya existe: "no habrá diferencia política que nos impida la unidad". Eso es lo que ha sido desde que se estableció el Pacto por México. Están representados ahí todos los que son.
Con el pretexto de la reunión de gobernadores era la oportunidad para convocar a todas las instituciones del estado: el gabinete en pleno, poderes legislativo y judicial, las fuerzas armadas. Un acto simbólico de trascendencia política que la abúlica inercia del desconcierto gubernamental impide siquiera imaginar.
El Pacto Federal hace agua. Ha sido sustituido por el otro, por ese gelatinoso acuerdo político y de intereses que para algunos es simplemente un pacto de impunidad. En la misma sesión de la CONAGO el gobernador entrante de Chihuahua, Javier Corral, hizo un dramático llamado de ayuda económica para su estado y, en ese marco propuso de manera general replantear los términos del acuerdo federal en su esquema jurídico para la coordinación fiscal, con el fin de que se establezcan formas nuevas de distribución de los recursos fiscales que se canalizan de la federación hacia los estados. Acabar con la opacidad, la discrecionalidad y falta de controles que permiten el abuso y el mal uso de los recursos públicos. Terminar con un esquema que se quedo en el pasado. Sus razones proceden del desastre financiero y endeudado en que recibió el estado, situación repetida, ya como costumbre, en otras entidades como Sonora, Nuevo León, Veracruz y Quintana Roo. La respuesta que recibió (que es decir recibieron) por boca del Presidente fue algo más que decepcionante: la federación puede ayudar un poco y tiene ganas pero sus facultades legales están limitadas. Los estados deben hacer lo que les toca. O sea, arreglárselas como puedan. El esquema federal de distribuciones es parte causante de los problemas pero le gobierno federal hace oídos sordos porque es, a la vez, instrumento para las manipulaciones.
La oportunidad inmediata posterior para convocar a la unidad nacional se presentó dos días después en la conmemoración de la Revolución Mexicana. ¡Qué mejor ocasión! Pero pasó de noche. El viejo PRI sabia reaccionar frente a esta circunstancias y sacarles ventaja. Pero el actual está carente de identidad. Junto con sus aliados del nuevo temporal no tienen referencia histórica. No hay un pasado común que los identifique así como no tienen un futuro que les pertenezca. No pueden liderar el futuro del país porque no saben cómo.
Mejor utilizó la fecha Andrés López Obrador para lanzar su arenga programática de lo que será su gobierno de la esperanza. De manera dramática se cierran las opciones para los mexicanos.
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