Putin el Irónico

Vladimir Putin / Sergey Guneev / Sputnik

A Donald Trump se le acredita haber vaticinado la caída de la Unión Soviética aunque, en realidad, en 1990 sólo sacó la conclusión lógica de un colapso que estaba a la vista. Su línea de argumentación principal para explicarlo era la debilidad mostrada por el gobierno soviético, la "falta de firmeza" de Mijaíl Gorbachov quien, poco después, se desbarrancaba junto con la otrora potencia.


Fiel a esa línea argumental de la fortaleza necesaria Trump sostuvo su reciente campaña con la machacona retórica de "regresar Norteamérica a su grandeza", bajo el supuesto de que los gobiernos recientes de ese país han sido débiles, complacientes y el hazmereir en el mundo: "El país está en serios problemas. Ya no tenemos victorias. Perdemos con China, perdemos con México, tanto en el comercio como en la frontera. Perdemos con todos. El sueño americano murió. Yo lo voy a revivir. La mayoría silenciosa volvió y vamos a recuperar el país". Hubo quién se preguntó si eso era programa político o consigna vacía. Fué la llave maestra. La mitad de los electores se lo aceptó y lo apoyó, otorgando el soporte convenientemente acomodado en un esquema electoral que le permitió ganar la presidencia sin haber obtenido la mayoría de votos ciudadanos.


Lo paradójico es que ese discurso, su estrategia y el resultado fueron acompañados, mano a mano, de una alianza anticlimática con el gobierno ruso. Empezando a repartir culpas, Hillary Clinton ha dicho que el FBI es parte causal de su derrota por la inoportuna investigación que le fincó responsabilidad criminal y de la cual salió librada cuando el daño ya estaba hecho. Librada pero no ilesa. Detrás de este altercado está la larga y compleja cadena de filtraciones de información confidencial y correos electrónicos cuyo hackeo se ha adjudicado a la intromisión rusa y que el propio Trump, malicioso, alentó en campaña.

Los desacuerdos entre Rusia y los Estados Unidos han estado los últimos meses en sus peores niveles por disputas en diferentes ámbitos, temas y puntos del planeta. Con mutuas versiones y acusaciones conspirativas se endosan la responsabilidad de la tensión internacional. En ese contexto llegaron las elecciones norteamericanas. Por eso la trinchera internacional de la misma estuvo acaparada por 'el tema ruso', una vez más en la historia, pero en un sentido muy distinto al que lo fue en la era soviética. No como el enemigo de todos a vencer sino como un incómodo participante interno de la misma, instalado en la cocina de la casa. Ironía de la vida. 

Las interpretaciones sobre esa injerencia han ido desde las supuestas intenciones rusas de  "tirar lodo en el proceso democrático" para debilitar desde adentro al gran enemigo histórico; de pretender distraer la atención y las precauciones de los Estados Unidos hacia otros desafíos potenciales más riesgosos como China, hasta la versión de que el gobierno ruso no se aguantó las ganas de vengarse de Hillary Clinton por apoyar las protestas sociales de Moscú en 2011. 

Por su parte, los analistas más rígidos defensores de la estabilidad norteamericana y algunos voceros rusos afirman que es absurdo e inaceptable suponer siquiera que una nación extranjera pueda interferir directamente en esas elecciones. “Esa acusación es absurda y demuestra, en mi opinión, una inseguridad de EE.UU. que nunca habíamos visto antes. La campaña contra Trump centrada en Putin se les ha ido de las manos y se ha convertido en una especie de psicosis”.


¿El Big Brother tiene un hermano mayor?

Sea como fuere, Vladimir Putin juega con el marcador que, a la hora, le resulta favorable. Desde luego, niega cualquier intromisión en lo sucedido pero se desmarca con la ampulosa sorna de quien, digan lo que digan, saca ventaja de la circunstancia:  "¿Acaso alguien piensa en serio que Rusia puede influir de alguna manera en la elección del pueblo estadounidense?", se preguntó con ironía. "¿Acaso EE.UU. es un país bananero? EE.UU. es una gran potencia y si no tengo razón, corríjanme por favor". 

Ni la burla perdona. Si es cierto que Rusia metió las manos en computadora y urna ajena se deslinda con la negativa; si no ha sido así, siembra la duda con el tono interrogante para que públicamente se le sospeche dueño de un poder que se proyecta más allá de sus condiciones reales.

Rearticulador del Estado Ruso moderno después de aquella catástrofe olfateada por Trump, el presidente Putin se hace visualizar como la evocación del primer zar, Iván el Terrible -cinco siglos después-, con una pretendida capacidad expansionista y de poder que supera toda grandeza. 

Por lo pronto ha sido socio coadyuvante de un altercado y de una inflexión histórica internacional de la que mucho habrá de saberse y discutirse todavía. Un hecho que altera de raíz la confianza que ha tenido en sí mismo un sistema electoral que durante mucho tiempo se hizo pasar por ejemplar e infalible pero que ya parece agotado. O tal vez, justo por desgastado fue posible que sucediera.


Colofón inevitable:

Misteriosamente esa frase que se le adjudica a Putin ha sido eliminada de la fuente primera que la dió a conocer. El portal RT, conocido como el vocero oficioso ruso en español, la incluyó un par de días después de la elección como parte final de la nota títulada







Sin embargo, a la hora de volver a consultarla para incluir el párrafo en este texto, la nota de referencia ha sido cortada y en su lugar el cierre se ha sustituído por una frase más amigable: "Este miércoles, el Kremlin expresó su esperanza en que se restablezcan las buenas relaciones entre Rusia y EE.UU., que en este momento "están en un estado de degradación".' Ha sido posible rescatar el párrafo original gracias a que diferentes medios internacionales reprodujeron íntegro el texto.

Síntoma del drástico cambio en el que es políticamente incorrecto aludir al nuevo amigo con el pétalo de una ironía.

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